Puestos de observación urbana
Tuesday, 29 de June de 2010 por Ramón
El Metro es un excelente puesto de observación urbana, salvo en las jornadas de huelga o avería, claro. Sentado o de pie apoyado contra la pared de un vagón se puede seguir el desfile de la vida real, de la que no hablan los políticos ni los medios de comunicación, más ocupados en los ecos de la simulación que se escuchan arriba, allí donde ruedan los coches oficiales y caminan los peatones. La geografía humana del Metro varía por horas. Sin moverse del puesto de observación se recorre mundo. Por allí desfilan las Españas y las aún no Españas bien ordenaditas. A veces son inmigrantes, la mayoría latinoamericanos, y trabajadores de mono y caja de herramientas; otras, por la tarde, tribus urbanas disfrazadas de tribus (de ahí el nombre).
Ayer vi una pareja de chinos junto a su hija, no más de seis años. La niña cantaba “tengo una vaca lechera” con sorprendentes variaciones en la letra en un castellano perfecto. Otro día me senté enfrente de un hombre y una mujer cogidos de la mano. Parecían náufragos de algún abordaje laboral o vital, pero esas manos prietas destilaban cariño y paciencia. También entran jóvenes que escuchan música en sus auriculares. Cuanto peor es la canción, más alto es el volumen. Debe ser una ley social universal de la estupidez. Los hombres leen prensa gratuita o miran a las mujeres de reojo, más en estos calores que por fin han llegado; las mujeres leen libros, muchos de autores livianos que en el vaivén del traqueteo deben de transformarse en interesantes.
Somos actores tratando de escapar de personajes no elegidos.
Un chico con tatuajes y pelos crespos causa una mala impresión, pero es el primero en ceder el asiento a una mujer encorvada. Hay ciegos que se orientan con la memoria y el oído ayudados de un bastón o de un labrador de mirada triste. Los lunes son días de silencio; los viernes, de bullicio. Entran extranjeros de edad madura con el mapa de Madrid doblado y una cámara de fotos sobre la tripa. Suelen bajarse el Chueca o Gran Vía si es la línea cinco. Cuando los foráneos son jóvenes y están becados por Erasmus (orgasmus) van en grupo, toman batidos de Starbucks, hablan a gritos para restregarnos su perfecto inglés y no necesitan mapas ni futuro, parecen colmados. La juventud tiene esas ventajas: un polvo parece Ítaca, cuando sólo es una parte del camino.
Lo que menos me gusta del Metro son los vigilantes jurados (jurados ¿a quién?). Se colocan junto a los tornos como si fueran pistoleros del oeste. Su postura es a menudo intimidatoria, chulesca. Visten mirada altiva, esposas y porra y no parecen muy duchos en el arte de la diplomacia. Se hacen acompañar de perros con bozal (debe de ser para que no hablen). A veces, cuando esos perros policías de serie B me miran mal, en venganza les digo por lo bajo: miau. Solo por fastidiar.
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La huelga hará que ese inframundo hoy salga a la superficie, y puede convertir a Madrid en un verdadero infierno.
Me he sentido totalmente identificada con la descripción que das de los guardias de seguridad de los metros. Además, he comprobado que esa soberbia cutre a medio camino entre Harry el Sucio y el jefe policía de los Simpsons les fluye independientemente de dónde esté el subterráneo: Francia, Inglaterra, España… es lo mismo. Algo debe de apretarles por algún sitio que no dejan caer ni una mísera sonrisa.
Jaja!! Buenísimo Ramón, me ha encantado. Me gusta más leerte así que cuando estás triste o melancólico. Comparto la opinión de los seguratas del metro.
Besos desde un Manchester lluvioso
Hola Ramón, como siempre, un gusto leerte. No se si conocerás a Ebba Forsberg, es islandesa y las versiones que tienen (en islandés) de Leonard Cohen son una auténtica delicia. Personalmente, la versión de Sisters of Mercy (http://open.spotify.com/track/6IwKFfMfCwZROTLbJ1oNA7) me parece una pequeña joya.
Un saludo.
… en venganza les digo por lo bajo: miau. Solo por fastidiar.
Me río.
Hoy a las 9,00, había una cola en la parada del Circular en la Glorieta de Cuatro Caminos (Madrid, Spain), que parecía una cola de racionamiento y un caos sonoro…
Saludos
Corrijo mi anterior entrada, la cantante no es islandesa como tenía entendido, sino sueca.
Saludos
Entretenida y cómica radiografía suburbana. O tragicómica. Me ha encantado eso de: Somos actores intentando escapar de personajes no elegidos.
“Somos actores intentando escapar de personajes no elegidos”.
Como los personajes en busca de autor de Pirandello…
Quizá también los seguratas son actores de personajes no elegidos.
Recuerdo la impresión que me produjo, hace ya muchos años, subier al metro de Londres por primera vez. Nada que ver con el Madrid de aquellos años.
Por cierto, no solo se lee literatura liviana en el metro. Yo, por ejemplo, mientras volvia del trabajo determinados “Cuadernos…” .
Qué monada la niña china. Es curioso, porque esas situaciones de las que hablas se pueden visionar en cualquier metro, aquí en Barcelona es muy similar.
Yo estoy hasta las narices del metro, me cansa ir siempre amontonados como sardinas, aunque viendo hoy el plan de los madrileños, me siento afortunada.
un saludo Ramón
El metro de Madrid siempre da la sensación de estar viendo las auténticas tripas de la ciudad. No es mal sitio para aprender de la gente que circula, no.
El de Londres sigue dando sensaciones diferentes. No vamos a decir ni más bonito ni más feo. Diferentes.
En Sevilla han puesto un pequeño metro como de juguete. Pero es muy seguro con sus mamparas, y si te viene bien es una gozada ahorrarte el coche o autobús.
Me ha encantado tu post y me he partido de risa con lo de “les digo por lo bajo: miau. Solo por fastidiar”. Yo nunca he podido leer en el metro ni en ningún tipo de transporte por dos cosas: 1) Porque me mareo y 2) Porque soy demasiado curiosa y no puede dejar de mirar todo lo que me rodea. Además, cuando vivía en Madrid me sorprendia muchísima la cara de amargura que llevaba la mayoría de la gente desde por la mañana hasta por la noche y la mala cara que nos ponían a mi hermana y a mí cuando nos reíamos o íbamos sin prisas por esos pasillos del metro infernales en los que todo el mundo corría no sé para qué si al minuto o minuto y medio venía otro tren. Nosotras nunca entendimos por qué en Madrid casi todo el mundo corre por todo y tiene cara de mala leche.
La primera vez que mi hermana Elena tuvo que subir en metro me dijo: Montse, porfa, vamos a esperar al siguiente que éste viene muy lleno. Yo le dije, Elena, hacemos lo que tú quieras pero el siguiente va a venir igual. Era su primer año de facultad, mi segundo y el tercero de Mari Carmen, mi hermana mayor, y venir de un pueblo manchego de 12.000 habitantes a Madrid sin anestesia y meterte en el metro no es moco de pavo, jajajaja.
Cuando ha pasado una semana, te has acostumbrado y al final te ríes mucho. Entras al vagón, dejas la carpeta y la muchedumbre te la lleva. Si vas a tu ritmo y no corres te miran como un bicho raro, reír a las 7:30 de la mañana es motivo de miradas inquisitoriales, etc…. Son historias del metro de Madrid, donde hacerse de pueblo es divertidísimo.
Abrazo, Montse
Alberto muchas gracias por la referencia de la canción. Me ga gustado mucho todo el álbum. ¡Que invento spotify
Muchas gracias
Saludos…
@Paloma. De nada, un placer compartir y mayor placer el que guste.
Un saludo
Entretenida esta especie de radiografía del metro de Madrid. Estuve un tiempo allá y me parece haber visto todo eso. Es como si usted narrara mis propias sensaciones del subterráneo español. Divina la lectura, como siempre.
Un saludo.
Pd. Le envié un correo con la entrevista, espero la haya recibido. La espero de vuelta en cuanto usted pueda.