Oportunidades perdidas en una mañana de metro
Friday, 18 de June de 2010 por Ramón
Desde que abrazo cuatro veces al día siento una energía externa viajando dentro en mí y dándome vida a su manera. Es como si cuatro vigilantes de la infelicidad se turnaran en las alertas contra el desánimo, el enfado súbito y la tristeza. Motivos hay y más que habrá en las próximas fechas cuando nos abaraten las desgracias y nos suban el precio de cualquier alegría, que en eso andan los presuntos de izquierda obedeciendo lo que les mandan desde la derecha.
En la Edad Media los caballeros se abrazaban dándose palmadas en la espalda por precaución. No era amor sino un gesto sutil para descubrir el puñal traicionero. Como la costumbre de estrecharse la mano derecha no procede de las reglas de la cortesía sino representa un acto de defensa preventiva para impedir el desenvaine de la espada. En Inglaterra se mueven al revés por carreteras y caminos (o quizá sea al derecho y seamos nosotros los diferentes, que todo depende del ángulo de la mirada). Lo hacen así desde el medioevo, por seguridad, para que la mano derecha esté libre para responder un ataque. Por eso nunca gustaron los zurdos, gentes brujas que rompen la normalidad y ponen en solfa las convenciones.
Nunca entendí la definición de normalidad. ¿Es acaso lo que hace o cree la mayoría por absurdo que sea?
Pero escribía de abrazos. Confieso que aún no me he atrevido a abrazar a un desconocido. Hoy tuve un par de oportunidades en el metro. Primero con un músico que tocaba la guitarra y cantaba canciones tristes. Le dí un euro por miedo a que mi abrazo le pareciera calderilla. Después entró una mujer hermosa, alta, rubia, elegante y con un pantalón vaquero que sin estar ceñido mostraba perfecciones traseras que no dejaban espacio a la imaginación. Parecía un ángel del subsuelo. Nos miramos durante unos segundos, nada, apenas un cruce de miradas, de esas que se detienen una décima. Pensé en acercarme y decir: “Perdón, le importa que le dé un abrazo”. No lo hice por el que dirán y, sobre todo, por el que diría ella. Agaché la cabeza y me puse a brujulear en Eskup a través del teléfono móvil. Cuando volví a mirar varias estaciones después ella ya no estaba. Busqué en los asientos pero solo vi a gente ensimismada. Al salir a la calle me sonó el teléfono, no era una llamada, sólo un SMS. Decía: “Eres un idiota”.
Sé que no era ella, pero me gusta pensar en el día en que las palabras no pronunciadas, las palabras prisioneras por el miedo y la vergüenza, encuentren el medio de mostrarse, de hallar un sonido que les dé vida aunque sea pagando a Telefónica.
“Perdón, le importa que le dé un abrazo”?
Abrazo.
Ramón, me gusta como cuentas las cosas y hay algo de admitación, pero si me cruzo contigo en el metro (improbable porque aqui no lo hay) y me das un abrazo sin más, me pongo a gritar seguro.
saludos
Lola
Una vez abracé a un mendigo que se llama José. Cuando le vi, a la puerta de la iglesia, como siempre, en su lugar de trabajo, le saludé y le felicité porque había sido su santo hacía poco. Entonces, impulsivamente, le abracé. Sentí algo de repugnancia mientras lo hacía pues llevaba tiempo sin asearse, pero cuando le miré a la cara, me avergoncé de mí misma y conmoví porque me di cuenta de que su auténtica pobreza era no tener quien le abrazara.
Lo reconozco, no soy muy tocón, más bien huyo. Abrazo poco, beso menos y doy la mano esporádicamente, y esto tiene un problema: cuando me decido y lo intento, o lo hago a destiempo, o queda fuera de lugar y hago el ridículo. Cuando no abrazo me arrepiento y cuando lo hago me avergüenzo, por eso me gusta creer en las coincidencias y en mundos paralelos. ¡Qué cosas!
Vaya morro ! justo a la tia mas buena del vagon te dan ganas de abrazar .
Asi no vale .
Que tengais buen fin de semana
Pues yo, cuando veo a la típica hermosa, alta, elegante, superarreglada … procuro no hacerle ni puñetero caso, que al fin y al cabo es lo mismo que en el 99% de los casos va a hacer ella. Y, en el peor de los casos, si se arregla tanto para que la admiren, ya que en mi caso procuro -siempre que puedo- no hacer nunca lo que la gente espera de mi, o sea que se va a quedar con las ganas.
Otra cosa es ya que encima sea simpatiquísima, agradable, y esto sea una película de Hollywood o un anuncio de TV y se ponga a conversar contigo. Pero como yo tengo la desgracia de vivir en el mundo real…
Prefiero darle el abrazo a cualquier mendigo o viejecita que como mínimo lo necesitarán más. Y es muy probable que hasta lo merezcan más. L@s señorit@s supertractiv@s ya tienen un montón de gente haciendo cola abrazarles
Haces bien John Constanine. Una tipa así, la mayoría de veces, no necesita una mirada ajena de admiración ni, por supuesto, un abrazo. Para eso ya tiene una turba de gañanes dispuestos a besar por donde pisa y encumbrar a la pseudodiva.
Seguramente, eso sí, lo necesitemos nosotros de ella. O por lo menos yo.
De todos modos Ramón, y teniendo en cuenta que -por fortuna- careces de los escrupulos y resentimientos que otros profesamos ante la belleza (femenina o masc.), me parece tramposillo lo de no intentarlo con la belleza por lo que pudiera pensar. ¿Es que no debería darte lo mismo lo que piense un ama de casa, un anciano, que la beldad de turno?
Para tener prejuicios y demás ya estamos una pandilla bastante maja de resabiados. La gente que si que es capaz de repartir alegría por la vida no debería ir cortándose por motivos así.
Aunque , claro, también tiene narices que lo diga precisamente yo que soy incapaz de ….El tema es complicado, si.
No soy dado a los abrazos, sólo los doy cuando me los solicitan, es verdad, aunque siempre es más agradable abrazar a alguien con quien sientas afinidad de algún tipo; pero la verdad es que a veces te encuentras en situaciones embarazosas sin quererlo, hace dos semanas me encuentro con un amigo de la infancia (por cierto en una estación del metro de Sevilla) al que no veía desde hacía al menos una década y cuando nos fuimos a saludar me dijo que “de dar la mano nada, que me daba dos besos…” bueno se los devolví, pero me dejó un poco tocado ya que no soy muy dado a los exteriorizar mis afectos, he de reconocerlo.
Ramón si me ves en el metro dame un abrazo y no te errepientas.
En Sol y Callao, cuando unos chavales pusieron de moda “Se dan abrazos gratis” , era graciosísimo. Solían estar dos chicos y una chica. A ellos no se les acercaba apenas nadie, y la chica no daba abasto.
Un abrazo virtual a todos.
Hace más de un millón de años, cuando los dinosaurios, pobaban la Tierra, rompí con una pareja a la que tenía mucha, mucha ley. Aunque hacía algún tiempo que desde esa dirección no me llegaban más que frialdad y condescendencia. Así que supongo que se recibió con alivio que fuera yo quien tomase la iniciativa de cortar ese hilo, ya tan adelgazado. En nuestra conversación de casi despedida obtuve la siguiente revelación: “por lo menos, eres cariñoso”. Excelente: no se me reconocía una brillante inteligencia, ni la virtud de tener la cartera a reventar de billetamen, ni el brillo social de un gran apellido y una buena posición, ni un atractivo físico deslumbrante, ni una excepcional cama. Yo, simplemente, “era cariñoso”. Así que, bueno, eso me sirvió para ser más consciente de mi monovirtud, para pulirla de modo que fuese más reconfortante que empalagosa, y, por supuesto, para hartarme de pegar abrazos. Uno puede estar arrepentido de miles de cosas en esta vida, pero nunca de haber dado un abrazo. Si acaso, de no haberlo dado.
Yo sin embargo creo que seguro que a las tías buenas también les gustará ser abrazadas… Aúpa Ramón, Madrid es grande y generoso en abrazos!
Pues que empiecen ellas dando ejemplo, Susie. A ver si encima de entrar by the face en las discos, que el baboso de turno las invite a la copa y que el pijo trajeado de rigor las invite a cenar, vamos a tener los demás que andar abrazándolas pa’que no se sientan solas…
Jo, parece que hay mujeres incapaces de comprender humanamente lo de “pagafantas”…
No hombre no John, sólo habría que abrazarlas si te viene el impulso, como parece que le pasó a Ramón. Por otro lado, claro que hay tías buenas que abrazan con mucha naturalidad, las actrices, por ejemplo, suelen tener esa tendencia. Eso sí, creo que es recomendable pedir permiso para abrazar a un desconocido, sea tia buena o mendigo, de lo contrario se pueden sentir agredidos. Yo sólo tuve el valor de hacerlo una vez y aunque no fue un tío bueno ni un mendigo, sino un músico, resultó muy reconfortante para ambos. Así que te animo a probarlo, no deja de ser una aventura.
Colega, es usted un grande de las letras, de las palabras, de las líneas. me gustaría hacerle una entrevista para publicar en alguno de los medios donde tengo la oportunidad de hacerlo. ¿Qué me dice? Responda, por favor, a mi correo: larraiz@guayoyoenletras.com
Muchas gracias.
Un abrazo.
el último abrazo subversivo que di –y también probablemente el último de este tipo que daré jamás– fue a una chica que me estaba atracando a punta de navaja. tras intentar negociar el robo de mi móvil y conseguirlo, me puse a llorar de impotencia mientras buscaba el monedero en mi bolso. “no tengas miedo, no te haré daño”, me dijo. “no tengo miedo –le respondí–, pero me jode profundamente que no elijáis mejor a la gente a la que robáis, porque a mí no me sobra el dinero y lo que te voy a dar es lo que me costaría la compra de esta semana. ya me has fastidiado el mes”. habíamos pactado que le daría 10 euros, pero al mirar en el monedero vi que había 15 y se los di. “joder, tía, que enrollada eres”, me dijo, y sin dudarlo me devolvió 5. le di un abrazo sincero y le di las gracias. y claro, la dejé alucinando . “y va y me abraza, la pava”, murmuraba a su compañero. tengo que confesar que el abrazo me salió sin pensar, pero me encantó descolocarla. eso sí, cuando llegué a casa y me senté, me temblaban las piernas.