Firmas en la Feria del libro
Friday, 4 de June de 2010 por Ramón
Hay lectores que solo compran una vez al año, en la Feria del libro, y se supone que después, una vez pagados, los leen poco a poco. Los libreros creen que la presencia de autores en las casetas ayuda a vender ejemplares y que escritores y compradores disfrutan de esos encuentros. Funciona con los mediáticos, gente célebre, bien por la televisión o por su maestría. Recuerdo haber visto grandes colas ante Arturo Pérez Reverte y Mario Benedetti y gigantescas ante Boris Izaguirre, un tipo que me cae muy bien y con quien comparto apellido, Lobo, y origen venezolano, y muy escasas en la mayoría de los casos.
La megafonía de la Feria va cantando los nombres y las casetas como si fuera lo que es, una feria, más de vanidades que de otra cosa. En los llamados encuentros con los lectores no se habla de nada trascendente ni importante, sólo de lo que el comprador desea que le escriban en la dedicatoria o de lo buenísimo que es su autor favorito (a veces no coincide con el firmante). Supongo que todos conservan anécdotas muy divertidas sobre su feriabilidad. Cuentan que Eduardo Mendoza, uno de los grandes, estuvo una vez de firma en un Corte Inglés de Barcelona con escasa fortuna y que sólo se acercó una señora para preguntarle por la planta en la que se vendía un producto concreto.
Estuve dos veces de feriante con mi primer libro, El héroe inexistente, en 1999. En la caseta colocada ante el Círculo de Bellas Artes de Madrid firme un ejemplar y expliqué una dirección a un despistado (en eso me igualo con Mendoza). En el Retiro estuve en dos casetas, mañana y tarde. Cité a un montón de amigos y firmé siete ejemplares en cuatro horas de reducción de ego. Cinco fueron de las amistades convocadas. El sexto perteneció a una señora a la que convencí cuando husmeaba entre otros ejemplares. Sólo el séptimo fue de un lector real, que fue expresamente a verme y a comprar.
Tras este éxito no he regresado. No es pose, es que nunca me volvieron a invitar. Tampoco voy a comprar. No es venganza sino una mezcla de envidia y alergia al polen, una pésima combinación. Prefiero adquirir todos mis libros durante el año en Méndez, mi librería de cabecera. Allí no hay vendedores, solo libreros: gente que sabe de ellos, y del arte de conversar, sea de literatura, fórmula 1 o fútbol, que la cultura cuando es sólida da para mucho.
Ahora que he publicado un tercer libro, Cuadernos de Kabul, les compro ejemplares para que hagan caja y en el momento de hacer balance piensen que soy un autor de éxito, un superventas. Los dos conocemos la trampa, que soy yo, autor y comprador en la misma persona, pero a ambos nos hace mucha ilusión olvidar estos detalles sin importancia.
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¿Sabe qué? A mí me gusta ir a ferias del libro cuando tengo la oportunidad; pero rara vez iré a que me firme algún autor porque me parece algo muy impersonal. “Para Lydia, con cariño. Fulanito”. Además, hay otra razón: puede que se destroce el mito, porque una se puede imaginar al autor como alguien simpatiquísimo y luego se lleva una decepción debido, seguramente, al calor de mayo en Madrid, a que el susodicho firmante no te conoce de nada y tampoco te va a contar su vida y a que es la firma 500 que lleva durante toda la mañana. Así que prefiero que si alguien me va a firmar el ejemplar sea en otras circunstancias en las que pueda haber algo más de conversación e, incluso, un café. La dedicatoria cobrará más sentido y podré decir verdaderamente si el escritor en cuestión es simpático o, también se puede dar el caso, es un borde.
Que sepa que alguno de esos ejemplares de Cuadernos de Kabul se lo habré comprado yo.
Un saludo
Que ante Pérez Reverte y B. Eizaguirre se hayan formado grandes colas para un autógrafo o libro es una prueba más de que la cultura en este país va a menos. Así, mejor convertirse en “exiliado de aquí y de allá”, por decirlo con Juan Goytisolo. Por lo demás, silencio.
Pobre Eduardo Mendoza, aún recuerdo cuando me hicieron leer Sin noticias de Gurb en el colegio.
Si se hubiese disfrazado de Marta Sánchez, como hace en la historia, a lo mejor le hubiesen preguntado algo más que la planta donde se vendía tal producto, o por lo menos seguro que le hubiesen dicho algun piropo.
un saludo de una lectora de los Cuadernos de Kabul 🙂
Yo tengo un ejemplar de “El Héroe Inexistente” y me hubiera encantado que me lo firmaras:p. Se siente, por ir sólo a la de Madrid jeje.
Yo voy leyendo tus Cuadernos de Kabul. Muy poco a poco, porque no quiero que se acaben.
Gracias, es magnífico.
Hola Ramón,
a mi me encanta ir a la feria del libro, y aunque tengo la casa que ya no me cabe un libro más, sigo comprando.
Un año reflexioné sobre la utilidad de las firmas en la feria…fue un año que vi una cola expectacular para comprar un libro de Iker Jimenez (el de los fantasmas) y al lado estaba Saramago con cuatro gatos. Penoso….en fin..
Pd- Yo también voy a menudo a Méndez, en la calle Ibiza que está cerquita de mi trabajo. Espero comprar los cuadernos de Kabul!! en cuanto termine con los exámenes iré a por él. Abrazo, cuídate.
Hace años trabajaba en un pequeño taller de encuadernación artesana, y cada primavera preparaba cuidadosamente unos libros en blanco para vender durante los días de la Feria. De esos tiempos guardo los mejores recuerdos, las tardes tranquilas ojeando y charlando con los libreros… Nunca fui a que me firmaran un libro por un extraño pudor, que me hace sentir totalmente ridícula esperando mi turno, para que me garabateen unas palabras en el libro que termino de comprar. Algo que solo puede quitar misterio a la relación entre el escritor y yo. Pero lo que si hice en algunos casos , con personas a las que admiraba, fue de forma anónima, dejar uno de mis cuadernitos como regalos para ellos, con la fantasía de que pudieran servir de soporte a sus palabras.
Pues pienso pedirte que me firmes “Cuadernos de Kabul”, acabo de empezar a leerlo y ya he aprendido muchas cosas…
En cuanto a Méndez, suscribo lo que dices.
Habrá excepciones, que las hay en todo. Pero el lector de fondo no va a las ferias del libro -o no va a comprar-, sino a ver el parque temático. Allí compra el que no lee. Hay éxitos muy engañosos…por otro lado, hay que asumir que nunca dejamos atrás la Edad Media. Leer, lo que se dice leer, leeemos pocos.
Pero gracias a nosotros, que limamos las aristas, se mantiene redondo el mundo.
Te voy a confesar que “el héroe inexistente” fue uno de los libros revelación de mi vida, de esos que después de tomarlo prestado en la biblioteca de la UAB y leerlo ávidamente nunca más volví a encontrar en ninguna librería. Lo quería comprar para tenerlo, como esos libros de Kapuscinski que siempre arrastramos por ahí, pero por más que lo pedía, siempre me decían que ya estaba desclasificado… Si yo hubiera ido a esa feria del libro, me habría encantado sentarme un rato a charlar contigo, y a preguntarte qué sentido tiene ser periodista, ante tanta desgracia, muerte y soledad. Me hizo reflexionar muchísimo ese libro, pero también reaccionar. Con el recuerdo de tus líneas, viajé a Bosnia y a Kosovo. Y ahora soy corresponsal de una agencia….. quizás por ese libro. Gracias atrasadas!
RT, me acabas de dar una gran alegría
Qué bonito eso que te escribe Rt, Ramón.
Yo detesto la Feria del Libro. No hay más que supernovedades y tonterías, hace un calor insoportable y el Retiro se pone polvoriento y seco. Un autógrafo y cinco minutos de conversación con un autor, aunque sea mi favorito, no me interesan. No me interesan los libros dedicados, salvo que sean de amigos.
Una vez vi a arvidas Sabonis, mi ídolo de juventud. Estaba cortándole el camino hacia su coche. Se paro ante mí y me dijo:” Por favor ¿me dejas pasar?” . Seguramente no iba a encontrarme una oportunidad así en mi vida pero al mismo tiempo pensé que estaría hasta el gorro de dar autógrafos esa noche y, sobre todo, ….me daba demasiada vergüenza. Lo que quiero decir con este rollo, es que hay muchas razones por las que uno no firma libros, supongo. Tengo ” El héroe inexistente” y ” Cuadernos de kabul” pero , te aseguro que aunque me encantaría que me los firmaras, si mañana me dijeran que vas a estar en el portal de mi casa firmando libros, yo no bajaría.
Lobo, yo prefiero conversar con una mesa de por medio y unas cervezas o unos de ese vodka que producen niebla. Puedo prescindir de la firma y releer Cuadernos de Kabul, ahora en libro, además de un placer será una forma de seguir aprendiendo. Suerte. Salud.
Me río. No sé. A mi me encanta ir a la feria del libro por varias razones: 1) me gusta ir sola a mi bola; 2) me encanta porque me encanta el Retiro; 3) Porque ya hace calor y al terminar te tomas una cerveza que sabe a gloria, 4) porque vas buscando algo que no encuentras, como esta vez que escuché en la radio a una autora de un libro de cuentos ilustrado por un amigo y me pareció muy interesante; pero claro, no apunté el nombre y no me supieron decir. En cambio me llevé Un pequeño libro precioso de la fundación Mapfre ilustrado con dibujos de niños, alucinantes de bonitos, otro de la Pequeña Historia de la Pintura de José Antonio Marina e ilustrado por Mingote, y otro de un desconocido para mí, José Más: “En el país de los bubis” cuyo protagonista partió con 12 años, a finales del XIX, en barco desde Cádiz hasta Fernando Poo (donde yo nací y nunca volví, ni allí ni a ningún sitio de África). ¿Cómo no iba a comprarlo? Y los de Lobo ya no tuve tiempo de buscarlos pues cerraban a las 2. ¿Y no es interesante la feria del libro? Depende del tiempo que tenga cada uno para las cosas.
A mí me gusta porque es el anuncio del verano. ¡Ah! Y encima fuí un día de diario. ¡Estupendo!
Saludos…
¡Ah! y encima, a un lado, unas impresionantes fotografías del planeta tierra. Lo siento, soy aficionada a las fotos.
Saludos, again…
Claro que, yo no soy una intelectual. Lo siento.
Ciao…
Es un festín para cualquier amante de los libros, una tentación irresistible. Aunque, por razones laborales, el único día que uno tenga para visitar la Feria sea el masificado domingo.
Eso sí, me parece una feria de proporciones desmesuradas y creo que determinadas librerías poco selectivas con su oferta, o que puedan tener para el ratón de biblioteca muy escasos alicientes. Deberían tener sus propias miniferias. Demasiadas casetas sobre autoayuda, esoterismo, infantiles, de activismo político, institucionales… y además parece que, de año en año, crecen en proporción respecto a las casetas que sí ofertan libros apetecibles. Aunque incluso esas casetas de libros discutibles se pueden mirar con ternura en comparación a lo que a uno le puedan suscitar, cuando en próximos años se multipliquen y se conviertan en hegemónicos, esos asépticos espacios consagrados al “libro electrónico”, ¡esa abominación!
Mi feria del libro perpetua sigue siendo la Cuesta de Moyano. Tiene delito vivir apenas a unos pasos de Méndez y frecuentarla tan poco. Eso tiene que cambiar.
Conservo la mitomanía hacia los escritores que me gustan. Pero, lamentablemente, casi todos están muertos, así que escasas posibilidades de ponerme a hacer cola para conseguir ese autógrafo. Coincido con algunos de vosotros en que parece embarazoso para el autor y para el lector, sobre todo si hay timidez de por medio. Eso sí, recuerdo que hace bastantes años caía de cuando en cuando en la tentación. Me acuerdo especialmente de unos minutillos muy agradables con Bryce Echenique y con Álvaro Mutis. Y de un primoroso dibujo mojado en aguardiente de don José Hierro (lo conservo como oro en paño).
¡Anímate, Lobo! Aunque sólo sea para crear un grupo en Facebook denominado “Señoras que se sofocan haciendo cola para Antonio Gala, pierden la paciencia y, como casualmente no está firmando María Teresa Campos, se conforman con preguntarle a un escritor sin cola, ¿y usted en qué programa sale?”
Supongo que todo depende de lo que para cada cual signifique un libro o un autor. Desde luego, yo he preferido que me lo hayas firmado entre verdejo y verdejo a pesar de mi enorme vergüenza a interrumpir cosas tan sagradas como conversaciones ajenas. Sin el calor ni las multitudes feriales y con mi libro comprado en Méndez por cierto. Muchas gracias de nuevo, estoy encantada con mis/tus cuadernos. Un abrazo. Tu primera lectora del mercado de San Miguel 😉
Existe un mundo enorme más allá de los límites de Madrid.
Vicente, gracias por abrir el marco. Existe ese mundo y a veces mucho más enorme.
A mi me encanta ir a la feria del libro de Madrid, de Sevilla, de León, de Oviedo… Voy a estas ferias a trabajar y compartir la mañana o la tarde, el agua y los minutos de espera con el creador. Y descubro a gente maravillosa que busca en el encuentro la cercanía con el autor, el saber que son de carne y hueso y descubrir que tienen afinidades comunes.
Llevo años de acompañante de firmas en ferias y, salvo contadas excepciones, los autores se han rendido a sus lectores y viceversa. Se comunican e interactuan y en algunos casos, los lectores han sido fuente de inspiración.
También es verdad que mis autores son cocineros, ilustradores, fotográfos, y escritores de ese genero menos valorado que se llama literatura infantil y juvenil.
Os invitoa a que busqueis entre las casetas de Madrid a una ilustradora maravillosa que se llama Violeta Monreal y dibuja hadas, dragones, islas tropicales o pueblos encantados a todos aquellos que se acercan a saludarla y hablar con ella. Es una experiencia.
Hola, Ramón. No me acabo de creer que firmases tan pocos libros. Yo tengo la suerte de tener un ejemplar dedicado de “El héroe inexistente”, aunque atrapé tu firma después de una estupenda conferencia en La Casa Encendida. Un cordial saludo.