El ‘hiyab’ de Najwa y los burkas
Sunday, 25 de April de 2010 por Ramón
Tengo claros algunos límites: no debe permitirse el burka y el niqab, que cubren por completo a la mujer, en establecimientos de propiedad de la Administración del Estado y, desde luego en los colegios, sean públicos o privados. Son prendas que, a diferencia del hiyab, atentan contra la dignidad y los derechos de la mujer convirtiéndola en una invisible. Es democracia no hay personas sin rostro.
No está en el Corán que la mujer deba cubrirse todo menos los ojos. Tampoco la ablación y la infibulación (cosido de los labios). Sí está escrito en las leyes aprobadas por los parlamentos democráticos que se trata de prácticas criminales. La ley está por encima de la tradición. No debemos ceder espacios de libertad.
El hiyab no menoscaba la dignidad: es sólo una prenda (algunas muy hermosas) que cubre el cabello. La moda (también hay efecto contagio por la televisión y el cine) y una interpretación estricta del islam que parte de Arabia Saudí -donde no son mucho mejores que los talibán en el trato de la mujer- han extendido su uso en el mundo musulmán. Lanzada la bola nadie sabe cuál fue su origen y justificación. En este asunto los chiíes son más liberales que los suníes y disponen de una autoridad religiosa central, la Hawza, que dicta fetuas y moderniza normas superadas por los avances técnicos y sociales, como el acceso de la mujer al trabajo.
El padre de Najwa ha convertido el hiyab de su hija en campo de batalla. Es cierto que las normas están para cumplirlas, pero también están para modificarlas cuando la realidad social de un país cambia. Las normas no son leyes. Afortunadamente hemos dejado de ser españoles blancos, católicos y del Movimiento Nacional. Ahora hay color, y acentos nuevos. Es riqueza. Me gusta la diversidad porque no tengo miedo al Otro ni a su Otredad.
Decían algunos comentarios del anterior post sobre el asunto del hiyab (¡muchas gracias por el debate generado; edificante y de altura!) que mi esperanza en que la educación terminará por vencer a la intolerancia resultaba naïf. Es probable, pero sólo desde la educación los cambios serán sólidos, sostenibles y aceptados.
No sólo tenemos que educar a esa niña para que pueda elegir, tenemos que educarnos nosotros en el respeto a la diferencia, a su diferencia. Comparar el hiyab con un gótico o un punk es más que pintoresco, es un error. Las religiones (soy ateo en todas las conocidas y por conocer) se basan en un sentimiento, en creencias y miedos no comparables a los gustos de una moda pasajera o una música más o menos agradable. Ya hablaremos otro día de ellas.
Internet, la cultura, la televisión, los libros, las letras de las músicas, las amigas de Naywa, los chicos guapos, que los hay… son elementos que terminarán derrotando el fanatismo y la intolerancia religiosa. Surgirá otra intolerancia, quizá civil. Todos llevamos dentro un inquisidor.
Es un debate muy complejo, el del hiyab. Los medios de comunicación deberíamos aportar ideas, espacios de conversación y mesura, no decenas de cámaras amontonadas en la puerta del colegio de Najwa como si fuera una Belén Esteban de 14 años. No me gusta el periodismo basura. Es tóxico.
Si impulsásemos un verdadero Estado laico y no esta amorfidad aconfesional llena de trampas, tendríamos más y mejores argumentos para exigir.
Un excelente primer paso sería suprimir los funerales de Estado. No tiene sentido una misa pública por los cuatro marineros españoles muertos en Haití. Esas honras deberían pertenecer a la privacidad de las familias. Bastaría con un acto civil y todos los honores que sean necesarios, pero sin curas, rabinos o mulás. Tras el 11-M, el cardenal Rouco Varela ofició en Madrid una solemne misa católica por los muertos en el atentado y lo hizo sin un gramo de generosidad ecuménica, pues entre ellos había evangelistas, musulmanes y ateos. No se respetó sus creencias. No es su estilo. Con este Gobierno asustadizo no se pueden esperar grandes avances. Con el que amenaza el PP en 2012, menos. Así las cosas, sólo nos queda rezar.
Hoy, estoy totalmente de acuerdo con todo lo que dices y con cómo lo argumentas. Además, estoy contigo en que la Educación es el único medio para hacer un mundo mejor, más tolerante, más diverso y más rico.
Y, por último, me parece importante hacer hincapié en esto que escribes: “Arabia Saudí -donde no son mucho mejores que los talibán en el trato de la mujer-“. La opinión pública se echa encima de los talibanes argumentando su machismo, y me parece perfecto que se haga. Lo que no me parece tan perfecto es que ese mismo machismo recalcitrante no sea criticado en otros casos, como el de Arabia Saudí (que tú mismo citas) donde a día de hoy las mujeres no tienen derecho a voto, por ejemplo. ¿Qué pasa que los derechos de la mujer sólo deben ser reivindicados cuando interese y en función del país (amiguito o no) que no los respete?
Últimamente estoy hundida y desanima, y es que hay cosas que me ponen mala (literalmente, no es una metáfora).
Un abrazo, Montse
Excelente. He reído con tu final: ¿rezar tú? :-))
Como bien dices, este es un tema complejo que genera conflicto. Lo que distingue a las sociedades democráticas no es que no haya conflictos, si no la forma de enfrentarlos. A través del dialogo. Lo primero es saber que derechos están chocando en este caso. El más claro es el derecho a la educación de una niña contra el derecho de autonomía de un centro escolar. Aquí, pienso que está muy claro, el derecho de educación está muy por encima. Este es un derecho humano fundamental. Jamás debe ser restringido. Tiene valor de absoluto. Nadie puede ser privado de él, ni si quiera por decisión propia. Najwa nunca debió ser excluida de su clase.
El segundo derecho que entra en juego es la libertad de manifestar los signos de su religión en espacios públicos. No es el derecho de la libertad religiosa, pues ese es otro derecho absoluto. Esto es lo que se debe dialogar. Pero debemos partir de un principio elemental; mientras nadie se sienta agredido se puede ejercer libremente. Entramos en terrenos subjetivos ¿Cuándo se siente alguien molesto, agredido por la actitud del otro? Tenemos que introducir un principio básico de cualquier sociedad democrática abierta: la tolerancia. Un pañuelo que cubre la cabeza, en principio, solo puede molestar el sentido estético de alguien. Es el fundamento del colegio. Lo equipara a llevar una gorra en clase. Si esos reglamentos con fines estéticos tienen preponderancia sobre una manifestación religiosa inocua es que está fallando la tolerancia.
Entrar a discernir los motivos por los que una niña musulmana lleva el pañuelo (sumisión a Dios o a los hombres) es meternos en hermenéutica. Algo bastante complejo y un debate en que es bastante fácil manipular. No debe ir este debate por esos derroteros pues es muy probable que lleve a destapar actitudes emocionales en que se acabe considerando que hay religiones superiores a otras. Mi modesta conclusión. Dejemos a la niña que se eduque con normalidad y debatamos posteriormente cuanto de tolerantes somos nosotros.
[…] está nublando nuestro entendimiento y nos impide comprender que la supuesta laicidad del estado -que de aconfesional tiene más bien poco- no es excusa válida ni suficiente para restringir un derecho fundamental: Declaración Universal […]
De acuerdo, hasta cierto punto.
Hay en todo el asunto un enorme problema de comunicación. El meollo se encuentra en el hecho del significado de descubrirse la cabeza o no hacerlo: en el mundo occidental, no es únicamente una costumbre sino también un mensaje: ‘descubrirnos’ o ‘quitarnos el sombrero’ es símbolo de respeto (hasta tal punto que usamos estas expresiones precisamente como sinónimo de ello) y descubrirnos al entrar a un lugar es una forma de mostrar respeto hacia sus habitantes. De la misma manera que ofrecer comida o bebida es un mensaje de acogimiento hacia el que visita.
La norma en el colegio tiene desde este punto de vista una lectura muy clara: llevar la cabeza descubierta muestra respeto hacia la institución. No hacerlo, es una falta de éste.
Pero éste es un código occidental. En otro países (otras culturas) el código puede ser completamente diferente y el hecho de descubrirse carece de significado. Y sin embargo, la mayor parte de las interpretaciones de este problema están partiendo de la lectura occidental de lo que no puede leerse como tal. Si un occidental se negase a quitarse una gorra, el mensaje sería claro: se trata de un desafío a la autoridad. Pero aquí el mensaje, al menos inicialmente, no ha tenido porque ser ése.
Y eso es lo que más he echado de menos en la blogosfera: un análisis del mensaje de Najwa. Que no debamos leerlo según códigos occidentales no significa que sea un mensaje inocente. O tal vez sí: ¿hasta que punto alguien de origen extranjero pero nacido en occidente utiliza códigos occidentales?. A veces estamos tan ocupados eligiendo bando que nos olvidamos de profundizar en las cosas. Está claro que detrás de la petición de Najwa hay una petición de aceptación de nuevos códigos, lo cual no es algo malo en sí mismo. La pregunta sería, ¿qué implican dichos códigos?.
Interesante tu interpretación de los códigos Moganhio. Pero si lo que hay detrás de llevar la cabeza cubierta es considerar que eso, en un centro escolar, es una falta de respeto. Entonces, este centro está completamente deslegitimizado para faltar el respeto a una decisión que ha tomado la propia Najwa. Como dije antes, tenemos que tener tolerancia y dialogo. Si volvemos a las interpretaciones, más o menos interesadas, el debate adquiere valores emocionales y, cada vez, más alejados de lo racional.
Lobo, no veo a colegio o institución alguna pidiendo a alguien que se quite del cuello una medalla o una cruz. Imagino que el hiyab se halla en ese mismo nivel de la medalla. Salud.
No estoy de acuerdo, Víctor. El colegio simplemente se ha aferrado a unas normas relativamente estándares en occidentes. Las revoluciones son complejas e inciertas. No sé puede condenar a alguien por ser reacio a formar parte de una.
Y la libertad es un argumento peligroso: Najwa no es libre, está atada por la propia educación que ha recibido, por la cultura occidental en la que vive, por las exigencias e imposiciones de su familia y también por sus propias necesidades emocionales como ser humano, que la pueden llevar a adoptar un fanatismo religioso como elemento de identificación propia. Sus elecciones libres vienen en realidad de una compleja mezcla de factores, y aunque esto no les resta valor (son sus elecciones, a fin de cuentas) no debemos caer en pensar que una elección es algo tan simple como el lanzamiento de una moneda.
La función básica del hijab es cubrir el cabello, y con ello ocultar un elemento de sexualidad*. Pedir que se descubra es equivalente a pedir que muestre esa sexualidad. Desde su lectura cultural, vendría a ser equivalente a que una española viviera en un país extranjero donde la obligaran a llevar escote en la escuela. Probablemente lo tomaría como un insulto. Probablemente es eso lo que ha hecho Najwa.
De modo que tenemos dos partes leyendo el conflicto desde su propia cultura y pensando que la otra parte no hace sino insultarla.
Y desde luego, cualquier persona debe ser libre de reprimir y ocultar su sexualidad tanto como desee. No se trata de un concepto demasiado extraño a la cultura católica. Quizá el fallo sea nuestro cuando la segunda generación de inmigrantes necesita buscar una identidad en los aspectos más represivos de su propia cultura.
* al respecto de ésto: si no la has leído nunca, te recomiendo la versión de Gómez Carrillo de las Mil y Una Noches. Una versión sin censurar y llena de sexualidad que no tiene nada que ver con las versiones Disney que habitualmente publican. Una maravilla. Y en ella vas encontrarás muchos poemas en los que hacen referencia al cabello de los amantes como elemento erótico.
En todo esto de la aprensión ante las manifestaciones culturales, indumentarias, religiosas y de costumbres que nos vienen de fuera, normalmente (y salvo casos extremos de xenofobia), observo en la mayoría de la gente baremos distintos en su actitud frente a la “otredad”.
Y mucho me temo que son todas las manifestaciones culturales, indumentarias, religiosas y de costumbres que podamos asociar a “lo musulman” las que generan más incomodidad. Esa sensación tan indefinible… Que no provocan unos turistas judíos paseándose tocados con kippah, ni los hare krishna con sus cánticos y saltitos, ni los subsaharianos más oscuros de piel, ni una señora boliviana con su gorrito del altiplano, ni los orientales…
No, lo que a mucha gente inquieta, desagrada, atemoriza y provoca rechazo suele ser, casi en exclusiva, “lo musulman”. Desagradable e injusto, pero significativo. ¿Qué hay detrás? Igual que a muchos españoles les pone enfermos que les vinculen en el extranjero con los toros y el flamenco (yo, por cierto, honradísimo cuando me sucede, por una cosa y por la otra), “lo musulman” lleva adheridos los tópicos (basados en hechos reales, como se subraya en el cine) del cinturón explosivo, las lapidaciones, las amputaciones de miembros, los ahorcamientos de homosexuales, la sumisión de la mujer, lo que puede interpretarse incompatibilidad de esa cultura con la democracia y su apego a lo feudal y teocrático… Mal rollito.
Añadamos, en lo que nos es propio como españoles, la memoria de siete siglos largos de ocupación (que está ahí, incluso para quien no ha leído en su vida una línea de Historia), unas cuantas guerras norteafricanas en las primeras décadas del siglo XX, el mucho más reciente 11-M, la constancia de que una parte no desdeñable de la población penitenciaria marroquí nos acaba siendo exportada y, en general, una sensación de “bronca” perpetua asociada casi indisolublemente a “lo musulmán”.
Nos queda mucho trabajo que hacer en cuanto a desarrollar una disciplina de pensamiento útil para separar el grano de la paja y para liberarnos de prejuicios. Pero necesitamos para normalizar esa apreciación de “lo musulmán” como no más temible que ninguna otra muestra de “otredad”, vaya si la necesitamos, la colaboración de los fieles mahometanos. Y, más que de ellos, de sus autoridades políticas y de sus guías religiosos. Con esa colaboracín, que lamentablemente tanto se echa de menos en tantos ámbitos, episodios como el de Najwa y su pañuelo serían sencillamente impensables a la vuelta de unos pocos años, a lo mejor ni décadas.
Lo siento, no he podido terminar de leer el artículo, pues me he quedado prendado con una frase: “Me gusta la diversidad porque no tengo miedo al Otro ni a su Otredad”. Creo que poco más se puede decir. Ojalá todos, tanto en España como en cualquier país ya sea de Occidente o de Oriente, tuviéramos esa consideración. Grande, Ramón, grande.
Entramos en un terreno muy resbaladizo, Moganhio. Vivimos en una sociedad democrática abierta (al menos es a lo que deberíamos aspirar). Las decisiones deben ser amplias. Las instituciones deben garantizar la posibilidad de que los individuos tomen sus decisiones. Si lo que hacemos es escudriñar el por qué se toman estas decisiones, a analizarlas y juzgarlas por pertenecer a un grupo al que asignamos una serie de valores (religiosos, morales, culturales) estamos destruyendo las bases de nuestra democracia. Siguiendo tu razonamiento nadie puede tomar ninguna decisión pues nadie es libre absolutamente. Hablas de un posible fanatismo y, desde luego, si actuamos con el principio de negar manifestarse su identidad, llegando a impedir el ejercicio de su derecho a la educación de forma tan tajante, estamos sembrando el fanatismo con nuestra intolerancia. Para no perder perspectiva recordemos que estamos hablando del hiyab, un pañuelo en la cabeza.
Si conozco la sensualidad de Las Mil y una Noches. Pero para erotismo subido de tono tenemos la Biblia. Nada hay más gratificante que El Cantar de los Cantares en el Antiguo Testamento.
Víctor.
No puedo estar más en desacuerdo. La valoración de las motivaciones no sólo es necesaria a la hora de establecer normas: es fundamental. Déjame poner un ejemplo: ¿crées correcto que en una sociedad moderna un mujer pasee por la calle cubierta de la cabeza a los piés, de forma que sea imposible verle un centímetro de piel, que incluso ni siquiera puedas verle los ojos?
Esta es una pregunta a la que muchas personas responderían de forma negativa.
¿Y si a lo anterior añado que esa mujer vive al norte de Noruega y es invierno?. ¿Que ha cambiado?: la motivación. Pasamos de verlo como un tema religioso a simplemente pensar en una mujer protegiéndose del frío.
Otro ejemplo: ¿debemos permitir la ablación si es consentida?, ¿no debería alguien tener libertad para hacer lo que quiera con su cuerpo mientras no dañe a otro?. Y sin embargo no lo hacemos. ¿Porqué?: consideramos que nadie en su sano juicio se amputaría el clítoris. Luego que una persona quiera hacerlo sólo puede ser debido a un fuerte adoctrinamiento que ha coartado su libertad.
En todos los casos la decisión viene condicionada por el planteamiento de cuales pueden ser las motivaciones que conducen a esa decisión. En el caso del hiyab tenemos tres posibilidades: puede ser una cuestión estética, de identidad cultural, o religioso.
Si fuera estético, probablemente no estaría llevando un Hiyab sino una Shayla. Y quitárselo no hubiera representado ningún problema. De modo que estamos hablando sobre un tema de identidad cultural o religiosa, o incluso de ambas a la vez. Y es precisamente sobre estas motivaciones sobre las que debemos plantearnos preguntas.
Reducir a las personas a una única identidad es peligroso. Sobre todo por lo erróneo que es.
Primero. Esas identidades culturales, religiosas, eres tu quien la estableces. Con ello estás anulando a la otra parte el poder definirse en sus términos. Eso es intolerancia. Desde nuestro lado occidental, homogéneo, dictamos y encasillamos a las personas. Es nuestra perspectiva, decidimos sus motivos, las calificamos como fundamentalistas, integristas, lo que sea… bien, en un mismo acto definimos nosotros su identidad y la rechazamos. Ya tenemos a un excluido.
Segundo. La identidad no es única. Como bien decías antes, somos seres complejos, sometidos a muy diferentes entornos culturales, con diferentes actitudes y, sobre todo, somos complejos. Najwa no es solo una niña musulmana, es muchas otras identidades, hija, amiga de sus amigas, alumna, … así hasta miles de aspectos diferentes. Centrarnos en uno único, sesgado por nuestros prejuicios, más o menos justificados, solo consigue llevar a conclusiones erróneas sobre sus motivaciones. Por eso digo que debemos dejar de interpretarlas. Conjeturar que sólo existen tres motivos, dictar sobre su identidad sin conocerla de nada es, cuanto menos, muy atrevido. Y, desgraciadamente, en este caso, como en otros, es lo que se está haciendo.
Repito, hablamos de un pañuelo en la cabeza, no de ablación, de matrimonios convenidos, de lapidaciones. Eso no tiene espacio en el debate porque el límite en él está muy claro: los derechos humanos universales (igual para todos) e inalienables (que no puede uno perderlos, ni por voluntad propia).
A ver si no he entendido nada mal: hay que permitir el hiyab , aunque el reglamento del colegio prohiba ésta y otro tipo de vestimentas no religiosas (gótico o punk, dice Ramón), precisamente por motivos de tolerancia y respeto a esa religión.
Pues puestos a tener tolerancia y respeto, creo que la libertad personal y de vestimenta e incluso de elección de la gente que, con todo el derecho, disfruta de esas modas, es equiparable a la teórica (ejem) libertad del padre de Najwa a obligarla a llevar ese hiyab.
Eso sí, a ser posible que el personal se lea el artículo de Soledad Gallego Díaz en “el país”, que lo ha clavado:”Si el colegio de Pozuelo al que acude esa joven prohíbe el uso de todo tipo de gorras y tocados, no parece que tenga mucho sentido que hagan una excepción por el hecho de que ese tocado tenga relación con creencias religiosas. Lo que está claro es que nadie está negando a esa adolescente el derecho a recibir una educación: bastará con que encuentre otro colegio en el que no se prohíban los tocados, afortunadamente mucho más numerosos que los que imponen normas de vestimenta tan rigurosas. El problema es de sus padres, que no se han preocupado de averiguar las normas internas de ese colegio concreto o de buscar uno que responda a sus exigencias, y no de la sociedad en su conjunto.”
Es que vamos, ya es de risa: que gente como “esos” góticos o punks que simplemente ejercen una cuestión de estilo y modas tengan que seguir unas reglas de comportamiento y si no , como dictan las normas del centro, se quedan en la calle, y quien va con exigencias y amenazas de no escolarizar a la chica, al final se vaya a llevar
Hola, gracias por el post. Es lo más completo y lúcido que he leído y oído sobre el tema. La clave es la educación, como lo fue y lo sigue siendo en las últimas décadas para las mujeres nacidas en este país con ascendencia ibérica de siempre y ¿cómo pretendemos que se liberen de ataduras impuestas estas otras mujeres si las excluimos de esa educación? Por supuesto, que también los límites deben estar muy claros (bravo por Sarkozy) y que no podemos tolerar ni bajar la guardia en cuestiones que atenten contra los derechos fundamentales y la dignidad (se oyen también muchas tonterías en torno a un pretendido respeto a tradiciones culturales). Pero entre el derecho a la educación y el pañuelo en la cabeza va un abismo. Otra cosa sería que ese pañuelo, o una minifalda escandalosa, poniendo otro ejemplo, le impidiera desarrollar la actividad lectiva normal en una clase de educación física o en cualquier otra situación, entonces ya entraríamos en los límites citados.
¿La tolerancia es cosa de tod@s no, incluyendo l@s religios@s?
¿Y por qué la niña se quedada traumatizada por el hecho de no puede llevar el velo al colegio?
¿Es una reacción bastante preocupante en una joven, no?
Veo que hay gente que sigue mezclando churras con merinas. No me/nos molesta el que una musulmana lleve hiyab. Lo que nos molesta es que pretenda ganar el derecho a llevarlo, por sus ovarios y en nombre de su Dioxxx verdadero y de sus sagradas creencias en un espacio en el que los simbolos religiosos diferenciadores tendrían que estar vetados por ley.
Me molesta que un caso de autoexclusión se considere un atentado al derecho a la educación. Sería el caso equivalente al de un rastafari, religión/creencia que para mi tiene el mismo valor – ninguno- pero en la que sus fieles visten de una manera determinada y consumen una planta cuya tenencia les expulsaría de clase…¡¡¡Libertad para los rastafaris!!!.
Me molesta ver la cara de satisfacción que se le está poniendo a la curia católica, viendo que por el lado “de facto”, van a conseguir lo que legalmente les sería muy difícil.
Y finalmente animo, a todos los que plantean la tolerancia en el ámbito educativo a que pongan un límite, viendo como la autorregulación ha fallado en otros paises europeos, que han perdido su lucha contra los designios de Dioxxx. A ver cual es el argumento para permitir cubrirse la cabeza con un pañuelo que tape pelo, mejillas, orejas y no permitir cubrise con un manto integral ó no permitir los aderezos capilares al gusto del usuario.
Dice Ramón: “Una prenda que cubre el cabello no menoscaba la dignidad”. Pues todo depende del significado que se le dé a la prenda.
Personas como el padre de esa niña -es musulmán, podría ser de otra religión-, hacen del cuerpo de la mujer territorio de batalla y dominación.
Ellos se acomodan sin problemas a la estética occidental. A ellas las ves tapadas de la cabeza a los pies, por elección personal??? Sobre el cuerpo de ellas marcan la Otredad.
Soy mujer y me inquieta lo fácil que se puede retroceder en derechos que, no nos olvidemos, tampoco se han conseguido hace tanto tiempo.
Muy bueno Lobo, me apunto al 100 % de tu reflexión, ¿¡incluso a lo de rezar!?, bueno, a eso no…. pero me ha parecido un final genial…. viniendo de un ateo como yo.
Sr. Lobo, dicho con el máximo respeto hacia su persona, y hacia las personas que comparten su manera de ver el mundo, creo que cuando habla de estas cosas se pone en un plano demasiado “buenil” y alejado de la realidad (casi dan ganas de comenzar con un “estimado Sr. Presidente”)
Quien no desea el entendimiento, respeto etc?
Todas ellas nobles causas, si señor…
Pero quizás dejando de lado las buenas intenciones, siendo un poco mas pragmáticos, hay que ver que significa para cada uno de nosotros lo de “tolerancia” antes de seguir…. Porque me parece que no entendemos todos lo mismo.
Yo encuentro de lo mas tolerante al centro que hace cumplir unas normas basadas en un criterio específico de occidente, pues en occidente nos encontramos, y que exige el cumplimiento de las mismas a TODOS por igual.
Para modificar estos reglamentos, existen unos mecanismos que el padre de la niña podría utilizar. Ya sabe, las APAS etc… es una cosa que se llama democracia… ya sabe, eso en lo que se supone que fundamentamos este estado… Uno propone modificaciones de las normas por los cauces creados a tal efecto y si al global le parece bien… café para todos!
Basta que se hable de religión a un ateo (o de la iglesia católica) para que el YO pase a importar mas que el NOSOTROS?
Quizás habría que preguntar al padre de Nawja que entiende por tolerancia?
Porque sabe una cosa? estas cosas, por desgracia siempre van en un solo sentido. Nosotros debemos aprender a ser mas tolerantes con el prójimo… si al prójimo se la trae al pairo y quiere las cosas “por cojones” es que no nos esforzamos demasiado…
Pues yo tengo una solución estupenda para este mal del “buenrollismo”
Si el padre y la niña opinan que les estamos perjudicando me ofrezco voluntario para pagarle el billete de vuelta a su mundo maravilloso del que nunca quiso salir y entre todos les obligamos…
Ahhh pero no… me da a mi que en España se vive mucho mejor a base de victimismo y servicios sociales que en su polvoriento país a base de oración y… hambre. Y es que te invitan a cenar y te quejas de los cuadros.
Víctor.
Cada vez que nos relacionamos con alguien, juzgamos y valoramos motivaciones, intereses y situaciones. Eso no es la intolerancia. La intolerancia consiste en considerar que nuestra valoración es indefectiblemente correcta.
Yo no tengo miedo de verbalizar mis valoraciones, porque eso las hace susceptibles de críticas, ajenas y propias. Y no temo que las critiquen. Es más, me parece algo enormemente saludable. Creo que todas las valoraciones deben ser sacadas a la luz para ver sus miserias y sus fortalezas, para vencer o caer ante otros razonamientos. Eso me parece mucho más sano que dejarlas atrapadas en el inconsciente pensando que de esa manera conservarán la inocencia.
No somos inocentes. Nuestros juicios tampoco lo son. Cuanto más desnudos estén ante el mundo, mejor.
Moganhio,
En esto estoy completamente de acuerdo contigo. Pero debes concordar conmigo que en este caso, en la relación que se ha establecido dentro de la sociedad con este caso, a través de los medios, se están haciendo juicios y valoraciones con datos escasos y sesgados. Se están prejuzgando las motivaciones, culpabilizando una identidad que se ha definido sin tener en cuenta al otro, al sujeto, a una adolescente de religión musulmana, con una identidad mucho más compleja que esto. Y los juicios están siendo absolutos, repletos de presuposiciones. No considero que las motivaciones deban ocultarse, lo que pienso es que no pueden ser atribuidas ignorando a Najwa, a su complejidad. Y se está haciendo gratuitamente. Se debe recordar que en cualquier procedimiento (menos los inquisitoriales) la carga de la prueba la tienen que hacer los que acusan, no la acusada debe demostrar su inocencia.
Me voy a remitir a un artículo aparecido hoy de Javier Valenzuela. Explica mucho mejor lo que yo escribo torpemente
http://www.elpais.com/articulo/opinion/Cabellos/velados/miradas/veladas/elpepuopi/20100426elpepiopi_11/Tes
Ramón, no todo el colectivo árabe piensa igual. No comparto el partidismo idelogizado de este artículo de Mundoarabe, pero subrayo cómo le indican al padre de Najwa “que han de saber que, desde el respeto a las normas y la moderación, se puede luchar en defensa de la libertad religiosa y contra la xenofobia” vamos,, que no le siguen el juego.
http://www.mundoarabe.org/velo_pp.htm
Parece no interesar que salgan estas distintas opiniones dentro del mundo árabe más moderadas.
Víctor.
Interesante artículo. Algunas cosas las comparto, otras no. Pero en cualquier caso merece ser leído. Y no es cuestión de eternizar aquí la discusión.
“Comparar el hiyab con un gótico o un punk es más que pintoresco, es un error”.
Sugiero reflexionar más sobre esto, porque no me parece un error.
Me gustó leer a Dawkins que a veces se habla de niños musulmanes o cristianos, y no existen niños musulmanes, ni cristianos, ni nada de eso. Los niños no tienen religión; son los padres quienes son esas cosas, y convierten a sus hijos en ello.
A una adolescente puede darle la ventolera del fundamentalismo religioso, igual que la ventolera de la “saga Crepúsculo”, o la del “punk not dead”. Ser adolescente es ser cabezón, encelarse en unas señas de identidad, y creer que hay que defenderlas contra viento y marea. La importancia que puede tener el hiyab para esta adolescente no creo que sea mucha más que la que pueda tener la pintura de ojos para una fanática de HIM (si queda alguna aún). Yo creo que una limitación sobre su aspecto puede generar perretas de idéntica intensidad en ambos casos.
Si realmente está convencida en su ser más íntimo que lo que se juega con ese pañuelo es la salvación eterna, creo que el cambio de colegio es una dificultad prácticamente irrisoria. Así que es una solución estupenda. Si lo que tenemos es una perreta identitaria, hay miles, y no salen en los periódicos. Y seguro que hay fans de Shakira que van a un colegio lejano porque en el cercano hay que ir de uniforme y no se puede menear el ombligo.
Respetar las creencias religiosas no implica alterar la vida civil. Va siendo hora de que lo asumamos todos.
Pescador estoy de acuerdo contigo en el no rechazo del hiyab, o mejor dicho, de las mujeres que lo llevan.Lo que creo es que hay que respetar las normas del instituto sin excepciones ( ¿ por qué excepciones religiosas ? ) e insisto en que estos símbolos no deberían ocupar el espacio público educativo que tendría que ser laico e igualitario.Me he reído mucho con tu ejemplo de los rastafaris y sus plantitas y comparto contigo tu enfado por la alegría de la curia.Yo incluso diría que no se alegran sólo porque los crucifijos se quedan si no porque les encantaría vernos a todas con hiyab ( también a las no musulmanas ).En cuanto a lo que plantea otro comentario, el rechazo al mundo musulmán lo explicó magníficamente Edward Said en ” Orientalismo ” pero desde luego no me veo reflejada en ese miedo a la otredad musulmana ni en esa xenofobia.Saludos
Habla Moganhio más arriba de una revolución. Creo que la verdadera revolución consistiría en que esta situación (qué pena que se vea afectada una niña) sirviera para darnos cuenta de una cosa: no estamos hablando de derechos de la mujer, ni de derechos de minorías, ni de racismo, ni de xenofobia. Creo que estamos ante una pregunta de naturaleza distinta: ¿estamos dispuestos a que la religión siga sirviendo como salvoconducto para vulnerar las normas?
“Si impulsásemos un verdadero Estado laico y no esta amorfidad aconfesional llena de trampas, tendríamos más y mejores argumentos para exigir”. Estoy absolutamente de acuerdo. ¿Por qué seguir retrasándolo? Educar a esa niña para que pueda elegir empieza por enseñarle a respetar las normas de convivencia en los centros públicos, cuestión que no parecen haberle inculcado en casa.
Siento ser un poco duro, pero estoy harto de que la religión sea la excusa comodin para decir barbaridades desde los púlpitos de las iglesias, para limitar la libertad de expresión y para saltarse las normas. Estoy harto de que se hable de “niños de tal o cual confesión” cuando se debería hablar de “padres de tal o cual confesión”. Estoy a punto de estar a favor de convertir la religión en el porno del x. XXI: sólo para mayores de 18 años. Que se habiliten las antiguas salas X como Iglesias de cualquier confesión y que dejen que los niños sean educados como la razón manda.
Enhorabuena por este blog. Siento intervenir sólo en uno de los poquísimos posts con los que no estoy completamente de acuerdo.
[…] Los casos de corrupción dan que hablar a diario, así como el debate sobre el burka o el hiyab. Pero no todo son malas noticias. Rafa Nadal vuelve a ser número uno y el final de liga más […]
[…] parte de los occidentales somos incapaces de ver a la mujer árabe debajo del hiyab que la cubre. Y el debate del velo es una prueba de ello. Discutimos el derecho de una adolescente a llevar un pañuelo en la cabeza, […]