Sentido del humor, censura y sexo
Monday, 5 de April de 2010 por Ramón
Quizá sea herencia inglesa, pero me gusta reírme de mí mismo, de mi tripa cervecera y la escasez de pelo. No tengo tabúes ni creo en los terrenos vedados. Odio la censura, la previa y la autoimpuesta, el miedo al qué dirán, el lenguaje políticamente correcto y la manipulación de las palabras. Por eso no me gustan los políticos, prefiero los actores porque en teoría son más profesionales. El post de ayer, que no era más que una excusa para echar unas risas, provocó alguna incomodidad y mucho debate, algo saludable y democrático.
No es necesario que todos pensemos igual. Sería aburrido. Hay una tendencia social, extendida en la izquierda, de reprimir el uso de ciertas palabras como si sólo el lenguaje fuese el problema, cuando el de fondo es la educación. Uno de los campos de minas es el machismo. La cosa llega a tanto que el típico chiste de cuál es la última botella que una mujer abre en una fiesta… se convierte en un arma de destrucción masiva responsable de todos los males. Me gustan más los chistes contrarios: ¿Qué hace un hombre en la cama después de hacer el amor?… Lo importante es saber elegir el texto adecuado para cada audiencia, invertir el orden seguro y provocar. (Los finales quedan en suspenso hasta que la autoridad competente…).
Hay chistes divertidísimos de judíos contados por judíos, un pueblo con un gran sentido del humor. Al oírlos generan una sonrisa, y si son buenos y están bien contados, una carcajada. Nadie dice: “¡Cuidado!, que eso es antisemitismo”. Sostiene una amiga de Fuerteventura que los vascos (y las vascas, no olvidemos a míster Spook) también tienen sentido del humor. Creo que ya conté la anécdota de la Venus de Velázquez. Cuando el rey vio el cuadro dijo que el desnudo era pecado. Velázquez respondió que él pintaba obras de arte y que el pecado no estaba en su cuadro sino en quienes lo miraban con los ojos equivocados.
Por provocar un poco más (leído en el blog de El zar de la noche en la excelente revista Fronterad
Es dulce, cariñosa, apasionada, inteligente, sensual, atractiva sin ser especialmente bella, curiosa. Le gusta escuchar, pero le gusta más hablar. Deja a su marido cuando le da la gana y cuando quiere vuelve con él, porque sabe que el chaval come de su mano. Él es un tío guapo, fuerte y listo, uno de esos que todas las tías y todos los maricones se querrían follar. Y el muy imbécil no mea por ella. Se le ve que arrastra una puta obsesión con esa mujer, pero ella siempre estará a años luz de él, por muy guapo que sea y mucho que estudie. Ya es una marioneta en sus manos pero acabará siendo un payaso y un desgraciado.
Estos días la he tratado más y me he dado cuenta en un tris que tiene mucho peligro. Hay mujeres a las que te puedes follar quince o veinte veces que, aún estando muy buenas, no dejan huella. Cuando sales a la calle y te cruzas con otra ya te han vuelto las ganas de meter, aunque sabes que no podrías hacerlo porque has estado follando a cuatro patas durante una hora y te tiemblan las piernas… Pero esta amiga mía no es así. A mí me recuerda a una de esas putas venezolanas que se arrecochinan a tu lado en la cama cuando acabas de correrte y ya están pidiendo más. Melosa susurrante que te mira a la cara mientras te la chupa y sus ojos parecen decir que lo que está haciendo es lo que más le gusta en el mundo. Y tú, claro, se te hincha el pecho y te sientes Dios. Y no eres más que un pobre pringado, otro gilipollas creído que muy pronto, como te despistes, acabarás siendo otra marioneta.
Más en Lagarta, lagarta .
Lobo, deberíamos apostar más por el sentido del humor y dejar atrás el sobrepeso educacional. No es fácil, pero qué lo es. Salud.
Un sentido del humor comedido o, mejor dicho, medido, no es sentido del humor. Hay que saber reírse de uno mismo, de las cosas que duelen, entrar a saco en lo políticamente incorrecto. Y el mejor sentido del humor ha hecho siempre eso, desde Lisístrata hasta Billy Wilder, desde Brassens hasta Up in the air (peli durante la que te ríes de situaciones que implican despidos en masa) o Woody Allen (“Recuerdan aquel viejo chiste de judíos…). En tu post de ayer te reías de la sociedad profundamente machista en la que vivimos. No entiendo que tiene malo. Hay que aprender a reírse de todo, de lo sagrado y de lo profano, de lo que duele y de lo que no duele. ¿Los campos de concentración stalinistas tienen gracia? Bueno, no mucha. El año pasado leí un libro estupendo, Hammer & Tickle, de Ben Lewis, que contaba el comunismo a través de los chistes que surgían en aquellas sociedades. “Un tipo vuelve después de 30 años en Siberia y, cuando se baja del tren, abraza a su madre que le espera en el andén. ‘¿Cómo me has reconocido?’, dice ella. ‘Por el abrigo’, responde él”. “¿Qué hay más frío que el agua fría en Rumania? El agua caliente”. ¿Son graciosos estos chistes? Mucho ¿Tuvieron gracia las dictaduras de Stalin y Ceaucescu? Pues no demasiada. Pero ya lo dijo Orwell: cada chiste es una pequeña revolución. Vamos a reírnos un rato.
Hombre, pero en esto del humor (si consiste, como procede, en dar rienda suelta a algo que es parte de lo mejor de tu naturaleza y no a hacerte el gracioso), es importante la capacidad de cambiar de registro. Ser razonablemente distinto según la compañía en la que te encuentras o el contexto en el que te expresas no es hipocresía, no es doble personalidad, no es esquizofrenia. Resulta imprescindible para no moverte como elefante en cacharrería y es muestra de buena crianza.
Tomando como ejemplo el desinhibido relato que transcribe Ramón Lobo (que parece influido, el autor, no Ramón, por esa desmedida admiración juvenil, y en mi caso pasajera, que muchos hemos tenido por la trinidad Henry Miller, Burroughs, Bukowski), en el contexto de los pinitos literarios del autor es, guste o no, incluso aunque hubiera sido aún más radical o bestia, perfectamente defendible como ejercicio de “estilo”.
Otra cosa bien distinta sería que la persona que ha escrito ese relato traslade esos registros expresivos a la manera habitual de conducirse en su vida cotidiana y esa fuese la tarjeta de visita que va dejando a todo aquel con el que se cruza. Entonces no estaríamos hablando de un transgresor, ni siquiera de alguien adornado por un grueso humor “destroyer”. Estariamos hablando de un macarrra, y creo que también de un soberano imbécil.
Ramón escribo en este post porque en el anterior no sé si tendré sitio con tantos comentarios. Me temo que con post como éstos vas a tener que pedir más capacidad a tu blog y nuestros dedos pueden sufrir mucho de tanto dar a la rueda del ratón. Pero eso está muy bien: generar debate, que la gente se exprese, que se encienda, como en las reuniones de los buenos amigos donde según que temas nos convertimos en tertulianos.
Yo me he reído mucho con tu post anterior y agradezco mucho el enlace del zar de la noche porque su lectora ha sido muy jugosa.
Un abrazo
Raúl
Pues … seguís sin convencerme. Reflexiono sobre el asunto y vuelvo cuando lo haya hecho. Es que no es tan simple como queréis plantearlo, creo. Porque el post de ayer si es interpretado como lo ha hecho Guillermo “reírse de la sociedad profundamente machista en la que vivimos”, pues muy bien. Pero, ¿habéis pensado que hay imbéciles (ellos y ellas) que lo interpretan como una forma de justificar su machista y repugnante forma de vida? No sé, yo no lo tengo tan claro. Y, ojo, no quiero que se me interprete como iluminada de nada.
Un saludo, Montse
Yo creo, como decía Vaclac Havel, que cualquiera que se tome demasiado en serio corre el riesgo de parecer ridículo. No ocurre lo mismo con quien siempre es capaz de reírse de sí mismo.
Pues yo creo que seguimos con los tópicos de los que todos huimos y, después de leeros me pregunto ¿por qué hay que reirse siempre de todo si lo que se está tratando te hace maldita la gracia?. Y si no te ríes, ¿eres un/una “esaboría”, como decimos en mi tierra?.
Ramón me identifico absolutamente con todo lo que dices en tu primer párrafo de esta entrada en tu blog “me gusta reírme de mí mismo, de mi tripa cervecera y la escasez de pelo. No tengo tabúes ni creo en los terrenos vedados. Odio la censura, la previa y la autoimpuesta, el miedo al qué dirán, el lenguaje políticamente correcto y la manipulación de las palabras. Por eso no me gustan los políticos, prefiero los actores porque en teoría son más profesionales.”, es más, iba leyéndote y me parecía estar describiéndome yo misma, TOTALMENTE DE ACUERDO EN TODO(incluso soy actriz; me falta lo de cervecera y escasez de pelo, aunque a cambio tengo otras cosas que no considero que sean precisamente bonitas, jajaja, ya tú sabes! jajaja, celulitis, quilillos de más que vienen con la edad, y algún etc. añadido, pero no acabo de ser desagradable a la vista. jajaja; tengo mi público, jajaja, como lo tenemos todos, jajaja). Me tomo la vida con tranquilidad y buen humor, es cierto, y hay que pincharme mucho para que salte o me enfade, pero cuando se tocan temas como, violación, machismo (en ellos o en ellas, da igual), guerras, etc, me sale lo peor de mí. Es cierto que a menudo son topicazos, pero como los que tenemos cierta edad los hemos tenido que vivir en primera perrsona, no le veo ninguna parte que me haga tener sentido del humor, no me hace ninguna gracia, ya que implica una serie de cosas terribles que quiero fuera de mi vida y de la de cualquiera que yo aprecie.
Es cierto, como bien dices, que el fondo de estos males es la educación, sin embargo el problema es que esa nefasta educación la sufrimos todos, y los que hemos sido educados en libertad, bajo una línea de cariño, de respeto, dentro de unos valores y unas formas, eso se hace muy cuesta arriba. Por eso como chistes, pasen, pero mantengámoslos lejos de ser reales. ¿No os parece?
Que tengáis un buen día.
Eva Velázquez
A Raúl S.P:
Raúl, lo siento por tu “deillo”, pero es que no encuentro menos palabras para decir lo que pienso.
I’m sorry :o)
Eva Velázquez
Más chistes comunistas
¿Por qué a pesar de la carestía el papel higiénico alemán tiene dos hojas? Porque hay que enviar una copia de todo a Moscú”. Un Traban (el coche clásico de Alemania oriental, que parecía una cafetera con ruedas) se encuentra con un burro, que le pregunta: “¿Tú qué eres?”. “Un coche”. “Sí”, replica el burro entre carcajadas, “y yo un caballo”.
Chiste rumano: ¿Por qué Ceausescu organiza un desfile el Primero de Mayo? Para comprobar quién ha sobrevivido al invierno. Chiste checo: ¿Cuál es el país más neutral del mundo? Checoslovaquia, porque ni siquiera interfiere en sus propios asuntos internos. ¿Por qué los checos son hermanos más que amigos de los rusos? Porque a los hermanos no se los elige.
Chiste del Gulag: Tres tipos están charlando en un Gulag y acaban por hablar de los motivos por los que han sido deportados. “Yo estoy aquí porque siempre llegaba cinco minutos tarde a trabajar y me acusaron de sabotaje”, dice el primero. “Yo estoy aquí porque siempre llegaba cinco minutos antes a trabajar y me acusaron de espionaje”, afirma el segundo. “Yo estoy aquí porque siempre llegaba puntual y descubrieron que tenía un reloj americano”, exclama el tercero.
Insisto estos chistes tienen mucha gracia aunque hacen humor (negro) con tragedias que costaron la vida a millones de personas.
Yo colgué en el Facebook de Lobo no mucho ha un youtube tomado en préstamo de Dayna Kurtz, cantante judía (y espléndida). En el aparecía Hitler interpretando una agitada pieza gospel, con Mussolini y toda la jerarquía nazi siguiendo el ritmo. La verdad es que está endemoniadamente bien hecho: el playback encaja como un guante con los movimientos de la boca de Hitler, y el montaje está ajustadísimo al ritmo de la canción. Aunque, si lo analizas, maldita la gracia que tiene, pero la propia Kurtz, nada sospechosa de la menor simpatía hacia el monstruo, asegura que se parte de risa cada vez que lo ve.
Añado. Algunos de vosotros tendréis constancia de la costumbre de muchos médicos y personal sanitario, en contacto con enfermos terminales, de intercambiarse chistes verdaderamente burros que aluden a esas circunstancias de su trabajo. A primera vista puede parecer una canallada, pero no es más que un mecanismo de autodefensa emocional para conseguir un poco de distancia y fortalecerse (que no endurecerse) en las situaciones de extrema dureza que tienen que afrontar a diario.
No sé por qué intuyo que es un mecanismo, el de la necesidad de refugiarse en ese humor de apariencia salvaje, que también se puede activar a menudo entre los corresponsales de guerra. Intuyo que por aquí puede haber alguno suelto que quiera ratificar o desmentir esa intuición.
Vaya, está muy bien eso de no ser políticamente correcto y tal, que es como más progre, pero el otro día me contaron un supuesto chiste supuestamente gracioso que no lo era nada en absoluto sobre Madelein McCain y Juan Pablo II. Seré un carca, pero me niego a aceptar cualquier tipo de chistes cuando hacen demasiado daño. y me niego a repetir el chiste aquí.
El asunto no me molestan los temas de los chistes, lo único que pido es que sean buenos. Y luego hay unos bastante malones. Por cierto, a propósito de la columna de Javier Marías (de quien soy lectora frecuente, “El país que perdió el humor”, ¿alguien me puede explicar por qué es gracioso o sarcástico el párrafo de Juan Benet que cita? Me lo leí tres veces y no me reí ni una.
“Creo firmemente que mientras existan gentes como Solzhenitsyn perdurarán y deben perdurar los campos de concentración. Tal vez deberían estar un poco mejor custodiados a fin de que personas como él, en tanto no adquieran un poco de educación, no puedan salir a la calle, etc”
¿Eh?
Y me precio de tener buen sentido del humor, eh. Pero este es un chiste/frase irónica/whatever-the-‘funk’-this-is bastante malo.
Ah, y no me ofendí por el post sobre las ventajas del macho-man. ¡Hay unas muy graciosas!