El cazador Kapuscinski
Wednesday, 3 de March de 2010 por Ramón
Ryszard Kapuscinski fue uno de los mejores reporteros del siglo XX y Robert Capa uno de los fotógrafos de guerra más influyentes. Ninguno está a salvo de la polémica. De Capa aún se discute si su foto más célebre, la de la muerte del miliciano en la Guerra Civil española, fue un montaje. A Kapuscinski se le acusa tres años después de su muerte de inventar hechos para potenciar la fuerza dramática del relato periodístico. Como enviado especial a África de la Agencia de Prensa Polaca entre 1954 y 1981, Kapuscinski no hubiera logrado notoriedad alguna: textos cortos y telegráficos en un idioma difícil y periférico. Son sus libros traducidos a numerosos idiomas los que le situaron en la cumbre y ahora en el centro del debate.
En los tiempos que le tocó vivir no había rastro de la globalización. Sólo existía la palabra del reportero convertido en un cazador solitario. No siempre es sencillo determinar el límite literario de los hechos cuando la realidad viene distorsionada por la guerra. No lo es tampoco hoy con Internet y las televisiones globales. El exceso de información, el ángulo de la cámara o el objetivo elegido pueden ser una forma de embellecimiento y manipulación.
Más en Un cazador solitario, pubicado en El País
Lobo, cuando leí “Ébano”, de Kapuscinski, era casi desconocido para el gran público e incluso para muchos periodistas. Recuerdo que años más tarde, la Asociación de la Prensa envió a sus asociados una obra del polaco, “Los cincos sentidos del periodista”, y de repente, todos lo citan, todos lo conocen (aunque sólo hayan tenido ese contacto con él), pero ninguno se aplica aquello de que “las malas personas no pueden ser buenos reporteros”, yo añadiría que ni malos reporteros. Somos una banda. Salud.
yo siempre digo que el arte del fotógrafo, como el arte del periodista (y digo el arte como quien dice el mérito) es explicar la realidad que tiene delante de la mejor manera posible (con el lenguaje, la plástica y cualquier otro elemento de que se disponga), de forma que llegue el mensaje. y también digo siempre que quienes manipulan las imágenes, como quienes manipulan la información, son los que no saben qué hacer con lo que tienen delante, los que no tienen suficiente con ello, aquellos a los que no les gusta la realidad que se despliega ante sus ojos y necesitan “hacerla mejor”, hacerla a su medida, para poder contar lo que ellos querrían que estuviera pasando y de la forma en que querrían poder hacerlo. y ahí se esfuma el buen hacer.
no estoy condenando a Kapuscinski ni mucho menos. siempre hay que conceder el beneplácito de la duda. soy gran lectora de este maravilloso escritor que me ha transportado a tantos escenarios diferentes e interesantes. pero no me gustaría descubrir que, como periodista, ha sido de los que ha necesitado inventar para poder inventarse. para mí, lo más difícil en la vida es alcanzar la honradez y la honestidad, con uno mismo y con los que nos rodean. de lo otro ya hay suficiente.
ojalá todo esto quede en nada.
Estos días las noticias del libro sobre Kapuscinski, con sus supuestas manipulaciones, me habían inquietado. No es agradable ver o leer críticas sobre tus héroes cotidianos. Esos que raramente te hacen sentir orgulloso de tu profesión. Aunque quizá sea bueno si rebajen sus hazañas a las categorías de normalidad que todo ser humano tiene a sus espaldas. Habrá que ver y comprobar lo que se diga. Muy distinto es si colaboró o no con el régimen polaco y en qué grado, me da que hay un cierto histerismo en Polonia con el pasado que no deja separar la necesaria reparación de hechos reprobables del revanchismo, de si inventó o deformó hechos. Está claro que el periodismo no puede salir de los márgenes de las realidades. Y eso sería grave. Si lo hizo, habría que ver cuántas veces y en qué temas.
Aún así, todos sus libros me siguen pareciendo maravillosos: elevan el reportaje a categoría universal, desvelan una ética humanista muy necesaria en el mundo actual, es un gran viajero y se acercan muchísimo a la realidad de los países y a su vida cotidiana, separando la paja de la cotidienad política.
Espera crítica, pues, pero de momento sus libros siguen entre mis favoritos.
Ojalá los cínicos no sirvieran para este oficio
David
El propio lenguaje es subjetivo, también la forma de mirar y de encuadrar, hasta la forma de acercarse a las personas e interactuar con ellas. Lo vemos cada día y cada día trabajamos con esa subjetividad. Igual habría que empezar a plantearse que la base de todo relato contruído por un individuo es esa y no la inalcanzable objetividad periodistica. Eso si, una subjetividad honrosa, sincera y direccionada a dar a conocer este mundo en que vivimos, identificar sus victimas y sus verdugos. El lo a hecho y, para mi, esta entre los más mañosos, los más sinceros y sin duda, los mejores profesionales de este oficio-
¡Los cínicos sí servimos para este oficio!
Nadie es perfecto, pero ninguno de los 2 se ha inventado nada.
Si analizan a los de ahora , enfin…..
he leido hoy una cita de Capa, que también se la puede clasificar de machista , pero bueno, ahí queda:
” la guerra es como una actriz que envejece, cada vez peor caracter , cada vez menos fotogénica”.
Yo al menos más de una vez he deseado se como ellos.
Mi hermano, que es matemático, me dijo alguna vez que consideraba deleznable el oficio del periodista. Decía que los periodistas corríamos a las desgracias no por compasión de decir “esta tragedia ha ocurrido”, sino por el impulso egoísta de “esta tragedia se la he contado YO”.
Quizá exageraba, pero es verdad que hay algo de cierto en que el periodismo ha quedado perdido en esta imagen Lawrence-de-Arabia-Indiana-Jones que, en muchos casos, ha monopolizado la definición de lo que se supone debe de ser un periodista. Y ahí está mi debate.
Creo que hay dos tipos de personas que escriben en una redacción:el periodista que debe escribir para informar y el escritor que se vale del periodismo para escribir. Ha habido grandes, muy grandes ejemplos de estos últimos. Kapuscinski, sin duda, es uno de ellos.
Pero creo que nuestra idolatría hacia este género ha devenido en un abandono de la que quizá es la razón de ser del periodismo. La investigación. Hace falta buen periodismo, pero más aún, buen periodismo de investigación, que confronte intereses, que deje claro a quién beneficiaba las matanzas masivas o a qué cuentas ingresaban los dineros de aquellos corruptos. Un periodismo más caro, más ambicioso y quizá igual de peligroso que el otro (en uno, el periodista se enfrenta a las balas; en el otro, a las fauces del poder).
Por decirlo con un ejemplo: habría preferido mil veces leerme, en primera plana, la historia que demostraba que las armas de destrucción masiva en Irak eran una monumental MENTIRA a las 50 historias de niños iraquíes en desgracia que me leí después.
La mentira sobre las armas de destrucción masiva en Irak no te la publica nadie y las historias de niños desgraciados sí. Los periodistas escriben pero son los editores, los dueños de los medios, los que deciden sobre qué, cómo y porqué. Ellos son el poder. Ahí es adonde hay que mirar.
El periodista como el fotografo periodístico és un mensajero. Su mensaje deja mayor o menor huella , suscita preguntas, reflexiones en el receptor. Y algunas veces la respuesta del receptor és matar al mensajero, llámese Kapucinsky , Kevin Carter…
Compañero Ramón y amigos comentaristas,
Qué buena ocasión para hablar de este extraño fenómeno, de cómo esta medio iletrada sociedad nuestra descubrió no se qué forma de periodismo en los libros de Kapuscinski!
Más de una vez hemos bromeado en mi redacción preguntándonos cómo debían ser los despachos que el periodista enviaba a la agencia polaca. No es ninguna sorpresa que colaborara con el servicio secreto: así eran las cosas, así es la vida. Y en los libros nuestro hombre descargaba su versión personal. Todo es bien comprensible, pero con sus límites. En un artículo reciente reproducido por El País, Timothy Garton Ash metía el dedo en la llaga hasta el fondo. No es admisible en periodismo ningún maquillaje ni ninguna exacerbación de la realidad para hacer el relato más atractivo ni más legible. Dicho de otro modo: si las cosas no te cuadran, si el “nativo” no te da la frase exacta y precisa que necesitas (¡es admirable la suerte que tienen algunos reporteros!), pues de jodes. Llamemos entonces al género literario de otra manera. Si es verdad que Kapuscinski actuó de ese modo, simplemente se aplicó la máxima aquella de que la realidad no te estropee una buena historia. Y en ese caso, su “este no es oficio para cínicos”, ¿en qué queda?
Es una pena que muchos lectores descubrieran el “buen periodismo” en “Ébano”, como si hasta ese momento (y ya hace unos años) no existiera mejor referente. Y es una pena también que a partir de ahí proliferara una corriente de émulos empeñada en contarnos lo dura que es la vida de la gente por los mundos sin grandes esfuerzos por contextualizar, por documentarse, por investigar, por señalar siquiera qué hacen y qué no hacen aquellos que toman las decisiones, tareas que, ya se sabe, tienen un elevado coste. Así, esa corriente nos lleva a una periferia pseudoliteraria sin otro objetivo que el mero enaltecimiento del autor, a ver si un día le suena la flauta.
Hay muchas maneras de contar la realidad, pero ésta no necesita ser reforzada de ningún modo. Cuestionar las fórmulas clásicas del modelo anglosajón y salirse de ellas es saludable y recomendable, pero no nos vayamos de un extremo a otro.
He leído todo Kapuscinski traducido al castellano. “El emperador”, dos veces (la segunda en Etiopía, y me decepcionó entonces). “El Imperio” es una obra sombría, pero recomendable para todo lector a quien le interese el Este, “El Sha” es original, y “Ebano” es el único libro que no logré terminar. Lo demás son relatos más o menos afortunados, y sus últimas obras “de pensamiento”, francamente indigestas a pesar de algunos destellos.
Pero lo cierto es que Kapuscinski ha influido, nos ha influido, creo que para bien en algunos aspectos. El primero: nos ha ayudado a descrubrir que había vida más allá del modelo anglosajón. De hecho, estaba ahí desde hacía tiempo. Me permito, ya que habéis tenido la paciencia de leer hasta aquí, hacer una recomendación: tomad las crónicas de la Guerra Civil Española de Hemningway y comparadlas con los reportajes de Ksawey Pruszynski (“En la España roja”, Alba Ed. 2007). Pruszynski fue un referente para Kapuscinski, que en mi opinión nunca llegó a su altura. A mí me emocionó…