Beatriz y Manoucha ya pueden comer arroz
Wednesday, 17 de February de 2010 por Ramón
Apenas pueden mover el saco de 50 kilogramos de arroz. Lo arrastran un poco hasta que se cansan; tratan de transportarlo en un columpio improvisado con plásticos cruzados pero unos metros más allá, Manoucha, la más baja, se queda sin fuerza y deja caer su lado. Ella y Beatriz no son las únicas mujeres en dificultades durante el reparto de ayuda humanitaria en el puerto de la capital. Hay situaciones cómicas y formas creativas de apañarse que provocan las carcajadas de las protagonistas. Aunque para la mayoría es la primera vez que reciben alimentos desde el terremoto, el ambiente es tranquilo, incluso festivo.
La ONG estadounidense cristiana World Vision alinea decenas de camiones cargados con 80 toneladas de arroz. Se trata de una gran distribución. Las medidas de seguridad son extraordinarias. Parece que mas que arroz por allí va a pasar el mismísimo Barack Obama. Decenas de soldados estadounidenses y cascos azules de la ONU, procedentes de Brasil y Paraguay, ocupan las entradas al puerto y protegen un corredor de unos 300 metros en el que las mujeres entran escoltadas y en fila india tras mostrar sus cupones. Son las únicas que tienen el derecho a la ayuda humanitaria. Los hombres se arraciman en la entrada de la zona portuaria mientras que una nube de moto-taxistas aguarda para hacer el agosto y conducir a las afortunadas a cambio de cinco gurdas (un dólar haitiano; unos ocho céntimos de euro).
“Repartimos sólo a las mujeres porque son más responsables. Es la única forma de estar seguros de que la ayuda llega a los hogares y a los niños. Los hombres además de dar a veces problemas de orden público son menos fiables; muchos acaban vendiendo lo que reciben en el mercado”, asegura el responsable del reparto. “Al principio tuvimos serias dificultades porque no conocíamos bien la situación. Íbamos a lugares en los que confluían dos sectores y desde el sector A distribuíamos comida en el B. Ahora lo hemos entendido y ellos han entendido que la ayuda será constante, no esporádica”.
Beatriz y Manoucha siguen con sus aprietos en el transporte de la saca de arroz. Las avispadas se orillan para no molestar y dividen la carga en dos sacos más pequeños y manejables. Lo hacen ayudadas de un cazo de tamaño medio de metal. Cincuenta kilogramos llena 18 cazos, según explican. El reparto equitativo son nueve cada una. Hay mujeres que son tan pobres que ni siquiera tienen un recipiente para medir y lo hacen a ojo y con las manos. Nadie se aprovecha de nadie. Nadie discute un puñado de más o de menos. Hay solidaridad.
“No nos conocíamos de nada antes de llegar al puerto”, dice Beatriz, de 20 años. “Los americanos nos sitúan por parejas y reparten un saco de 50 kilogramos que debemos compartir. Es la primera vez que recibo ayuda en un mes. Mi casa está destruida y vivo en un campamento cerca de la calle Deschamp”. Manoucha asiente y asegura que los cupones se los dio un policía de Cité Soleil y que no cobró nada por ello. “Tampoco tengo casa. Hoy me desperté a las cinco para venir a buscar la ayuda. Entré a las 5.30 en el puerto y me han dado el saco cinco horas después. Estoy contenta”.
Continúa en Cuadernos de Haití en la edición web de El País
Lobo, el arroz continúa siendo como el maná en los países del Tercer Mundo. ¿Quién hace las previsiones?, porque entre dos semanas y ocho días observo una diferencia importante, sobre todo si hablamos de manduca y de familias con muchas bocas que alimentar. Había leído lo del reparto a las mujeres como garantía para que los alimentos lleguen a la familia. Cuando leo estas cosas y otras que suceden en nuestros civilizados países siento una enorme vergüenza por los de mi género. Lo de los soldadoos estadounidenses y su tono de voz e idioma, genial. Cuídate. Salud.
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No deja de sorprenderme eso de que se confíe más en las mujeres para la distribución de la ayuda. Es curioso que eso ocurra en América, en África, en Europa. Me parece un asunto universal, humano, fieramente humano. Ramón, gracias por demostrar que no todos los periodistas se van cuando acaba el “circo”. Y que queda mucho que contar y que explicar después de la “guerra”. Un abrazo.
Como siempre, buenísmo lo tuyo, Ramón, y un poquito de ánimo para Carlos. Los de tu género, como dices, hacen lo que hacen y las ONG se adaptan a la realidad y procuran que la ayuda llegue de esta manera, dándosela a las mujeres. Están en el momento presente, con una emergencia gigantesca y tienen que ir a lo práctico: dar de comer, y ya, rápido.
Por el momento, la madre del cordero no se ha podido atacar a fondo: la educación de los futuros hombres. Si las actuales mujeres siguen educando a los hombres de la misma forma que hasta ahora, no habrá cambios. En Occidente vamos por delante, aunque no mucho (atención a las mamás actuales que le hacen el desayuno, o la cama, o le recogen el cuarto, a sus hijos varones hasta que casi se van de casa, con la edad que sea!). Y para educar de una forma nueva a los futuros hombres, primero es necesario educar a las mujeres, las actuales y las futuras, sobre sí mismas y su concepto del mundo.
La culpa no es de nadie y es de todas y todos, no os deis caña, amigos hombres. Con que os deis cuenta poco a poco de estas cosas, ya estáis cambiando. Y, por supuesto, vosotros también podéis educar a las mujeres y hombres actuales y del futuro, sólo con que os vean cambiar! Ánimo y fuerza para ello!
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Gracias, Ramón.