Cambio de estrategia en Afganistán
Monday, 1 de February de 2010 por Ramón
La guerra en Afganistán no se puede ganar. Lo sabe Obama; lo saben los talibán. Ninguna potencia extranjera ha logrado dominar este país desde Alejandro Magno. Perdieron dos veces los británicos en el siglo XIX, perdieron los rusos en los años ochenta y ahora pierden todos, en comandita. Los talibán no pueden vencer por las armas mientras vuele un solo B-52 por encima de sus cabezas.
Sobre el escenario y bajo los fotos: la Conferencia de Londres, una prolongación publicitaria más o menos ineficaz del desastre de las elecciones presidenciales. Allí estuvo Hamid Karzai con su capa guai como si fuera un tipo decente, uno de los nuestros, pese al fraude electoral de 2009. La memoria es corta en este circo que es la política internacional.
Entre bambalinas, lo importante: los preparativos para una negociación con los talibán y la retirada pausada. Días antes de la distracción londinense, el general Stanley McChystal, jefe de las fuerzas internacionales en Afganistán, experto en contrainsurgencia y veterano de Irak, dijo que el incremento de tropas (cerca de 40.000 entre unos y otros) tiene como fin lograr una paz negociada con los talibán y que sus hombres están cansados de luchar. Esta idea no es nueva, pero sí que la exprese con tanta claridad el jefe militar estadounidense en el país.
Casi a la vez, el enviado especial de la ONU a Afganistán, Kai Eide, un tipo irrelevante que trató de tapar el fraude electoral de agosto, también habló de negociación y pidió sacar de la lista de terroristas más buscados a los jefes talibán. Eide no habla gratis, sólo obedece órdenes. Como Naciones Unidas que los sacó antes de la conferencia de Londres. Listas en las que gente entra y sale según el humor de la marmota. Otro ejemplo de por qué los periodistas deben evitar los adjetivos y más cuando tienen carga política.
El tercer elemento es el retraso de las elecciones parlamentarias afganas previstas para mayo. EEUU y sus aliados no quieren una repetición del esperpento de las presidenciales. Se trata de conseguir un Parlamento limpio, sin señores de la guerra, que pueda preparar el terrero a un gobierno con los talibán moderados (es decir los que acepten ser comprados). Hay un nuevo plazo para lograrlo, aunque el problema, más que de plazos, es de voluntad. ¿Si no importa que gobierne en Arabia Saudí una monarquía feudal que desprecia a la mujer y los derechos humanos por qué debe importar que otros similares lo hagan en Kabul?
Cuarta pata: el diario The New York Times publicó ayer la última pieza del puzzle en un trabajo estupendo de dos de sus periodistas Ruhullah Khapalwak y David Rohde. En él se cuenta cómo el mando estadounidense trabaja con las tribus afganas, un elemento clave en la futura estabilización del país.