La ciudad que esconde tristezas peligrosas
Sunday, 10 de January de 2010 por Ramón
Turín esconde una tristeza interior peligrosa para el visitante descuidado. Allí murieron por voluntad propia Primo Levi y Cesare Pavese, y Friedrich Nietzsche empezó a conversar con los caballos, al parecer algo más comunicativos que la mayoría de los humanos. Aunque se declara italiana tiene mucho de la estética de París: calles rectas, limpias y ordenadas; edificios rectangulares, grandes y majestuosos pintados en dos tonos -blancos o pastel-, plazas amplias y un río, el Po, que la divide y tienta. Turín se muestra en muchos rostros: a veces parece francesa; otras, autrohúngara, pero siempre envuelta en esa pátina de melancolía que se adhiere al cuerpo como el frío de estos días. Y no hay abrigo suficiente contra las penas colectivas.
Turín tiene para los vivos que quieren seguir siendo vivos atracciones meritorias. Además de presumir del segundo mejor museo de Egipto antiguo después de El Cairo, la ciudad ofrece una joya que exige una visita: el museo del cine. El edificio del arquitecto Alessandro Antonelli es raro, atractivo y muy diferente de su diseño original destinado a una sinagoga que terminó por elevarse demasiado. El ascensor falsamente suspendido en el centro traslada a los visitantes desde la base a la torre desde donde ofrece una visión magnífica de la urbe y de los Alpes nevados. El mirador está protegido con rejas para evitar tentaciones.
El museo narra la historia del cine en un recorrido irregular. Hay momentos prodigiosos (la sala de los guionistas o la de arte del montaje) pero resulta incompleto para un país que ha producido genios como De Sica, Rosselini, Fellini, Visconti, Pasolini, Antonioni, Ferreri… En estos días se exhibe una exposición de Manga, el dibujo animado japonés, colocada en espiral alrededor del patio central como en el Guggenheim de Nueva York.
Al regresar a tierra conviene, para defenderse de esa tristeza ambiental, entrar en un café viejo y tomarse un bicerin (café con nata y helado). Uno esplendido es el Caffé Al Bicerin, en la piazza della Consolata 5. Aunque el brebaje no sirve contra los males de pena, está bueno y ayuda a entrar en calor. Al atardecer, el río Po juega con los colores del invierno. Pasear por el puente Umberto puede ser romántico si se dispone de una compañía adecuada, o al menos de buenas memorias. Si son tiempos de soledades es mejor alejarse de allí, que es donde los tristes miden las distancias.
Cada vez que leo el recorrido que haces por las ciudades me entran unas ganas de estar ahí!!! Pero creo serías necesario tú como cicerone.
Gracias por regalarnos tus palabras y permitinos visitar ciudades aunque sólo sea con la imaginación.
Un abrazo, Montse
No es un peliculón, pero “Después de medianoche” me descubrió la Mole Antonelliana, su museo del cine y la serie de Fibonacci. También tuve ganas de ir después de “La mejor juventud”. Ahora, además de todo eso, ¡tengo que tomar un bicerin un Turín! y pasear por el puente Umberto, con tristezas, soledades, compañías adeacuadas y buenas memorias.
Además de contigo, me vuelvo a ir de “Viaje a Italia” con Goethe.
Otra vez, gracias.
Escribas de lo que escribas tienes el don de juntar palabras.
Saludos a todos!
Creo que todas las ciudades esconden tristezas, pero también refugios para sobrevivir a esas tristezas o para que se conviertan en alegrías. Se llama vida y como nos demostró Italo Calvino en sus Ciudades invisibles, las ciudades son en realidad metáforas de la vida.
Enhorabuena de nuevo, has captado a la perfección el aire que se respira en Turín. Viví un año allí, el más triste de toda mi vida, donde se rompieron todas mis ilusiones. Allí entre en crisis definitivamente y mi vida tomó un rumbo distinto. Del torinese se dice “falso e cortese”, así es, no me gusta su gente, mucha forma, encorsetamiento y poca espontaneidad. No has citado que es la ciudad donde se encuentra “la Síndone”, una de las reliquias más preciadas del cristianismo. Como contrapunto, es la ciudad italiana masona por excelencia, los Saboya, los Agnelli, De Benedetti, etc. La ciudad rezuma gris, tristeza y dolor.
Paseo románico o romántico? ay, esas erratillas…
Gracias, Ramón, por recordar a Primo Levi y Cesare Pavese, entre otros personajes decisivos para mucha gente. Qué más da si estás en una ciudad cristiana o masona, triste o alegre. Te envidio por pisar, pasear sus calles.
Como te pongas triste igual te acojo cinco veces al año en vez de cuatro. Japi niu yiar, Lobo…aunque nos cueste.
Happy NY quien convoca ya busco billetes….. Es broma
En Turín parece que siempre es invierno.
(No os perdáis el Lingotto, templo secular de la Fiat)
A Ezequiel: creo que no da igual lo que haya sido o sea culturalmente una ciudad, eso lo marca todo, desde las piedras esculpidas al aire que se respira o la mirada de la gente. La cultura deja impronta en los objetos y en los sujetos, no da igual. Por eso importa. Era solo una consideración, sin más, ni para desmerecer a nadie ni para exaltar a nada. Quizás por esa fuerza cultural en Turín tiene sede una de las Cátedras de Estética más importantes de Italia (Pareyson, Vattimo, Mathieu, etc.). Eran solo consideraciones, sin ánimo de ofender a nadie. Y gracias a Ramón por darnos esos paseos por el mundo subidos en su palabra. Saludos cordiales.
No sabía la razón de la tristeza que a veces me asalta en algunas ciudades hermosas. Acabas de darme la mejor de las pistas para conocer los motivos.
Bellísimo post!
Un saludo,
Marta Navarro
Para Aletheia: Te pido disculpas si te ha ofendido mi comentario, sólo pretendía hacer una generalización. Por lo demás, estoy de acuerdo en casi todo lo que dices. La historia y cultura de una ciudad, pueblo o nación se alimentan sobre todo del comportamiento de sus habitantes en la época en que vivimos, y por ello es muy importante que haya gente tú a la hora de puntializar determinadas cuestiones. Siento de veras lo tardía de esta aclaración, pero una insidiosa emfermedad me ha tenido postrado. Ramón Lobo, no cambies, te necesitamos. Hasta luego.