Para conducir por Roma hay que ser de Manhattan
Monday, 4 de January de 2010 por Ramón
Kabul se multiplica en las obras interminables de Madrid, en el tráfico de Roma y quién sabe dónde más. Nunca había vivido esta ciudad desde un automóvil. Mis amigos G y A vivían en el Trastevere (al otro lado del Tíber), cerca de Santa María, un templo que exige una visita siempre. Desde su casa me movía a pie. Roma es una ciudad caminable y desde el ritmo del turista los coches y las motos sólo representan el papel de competidores aventajados en el arte de cruzar las calles, un combate al que uno se habitua rápido y con placer, pues siempre resulta gratificante romper las reglas. Las señales de tráfico en Roma son meras indicciones, sugerencias. Una dirección prohibida no significa que no se pueda pasar sino que el otro puede creer que tiene derecho y eso demanda una mayor atención. Un semáforo en rojo sólo es una recomendación y sirve para ordenar las indeminzaciones, quién recibe y quién paga.
Ayer fui con otros amigos a Tívoli, a unos 20 kilómetros de Roma para ver Villa Adriana, una joya del siglo II. Conducía R, que es estadounidense. Quizá por estar educada en las calles de Manhattan, R compite sin complejos con motos y autos. En las calles apenas existen carteles con direcciones (¿para qué si todos los caminos llevan a Roma, incluso dentro de Roma?). El tráfico es caótico. Nadie respeta nada y las líneas continuas en el pavimento son más un olvido del diseñador que una ordenación sensata en las curvas y en los cruces.
En ese ambiente infernal, R. imita movimientos y giros imprevistos con la determinación de un taxista, no romano, sino de Manhatattan. Los pasajeros de R no hablan, mudos ya de tanto ay. Ella nunca mira por los retrovisores porque esta es una de las primeras normas de superviviencia vial en Roma: no importa lo que hay detrás, concentrate en los que se mueve delante. Lo único que delata su condición de habitante de algún lugar civilizado del planeta es su tendencia a utilizar el intermitente.
Tras ver Villa Adriano y recargarnos de energía amarilla y dar mil vueltas para aparcar en Tívoli, R encuentra un hueco. Después de varias maniobras aparca algo lejos de la acera. Tras logralo, R mira a sus atónitos pasajeros y exclama: “Ahora no quiero chistes machistas sobre mujeres aparcando”.
Genial la salida de R, jajaja. Sólo faltaba que después de haber sido la valiente conductora, le hubiérais puesto pegas.
Lo del caótico tráfico en Roma me lo han comentado varias veces, dicen que el de Atenas no es mejor. Menos mal que yo soy una caguica y no me gusta conducir por ciudades que no me conozco al dedillo.
Un saludo, Montse
Muy elocuente la anécdota para ejemplificar el tráfico en Roma jajajajja. Lo ví con mis propios ojos y tardé en cerrar la boca… me dio tiempo cuando tuvimos que seguir pacientes un cortejo fúnebre a la antigua, todos en procesión despacito despacito que no se le ocurrio a nadie adelantar -curioso-…
Qué tía la conductora! habrá que educarssseeennn en adaptaciones como esa… o vivir una temporada en Manhattan, lo cuál tampoco estaría mal ^_^
Pues id a conducir a Sicilia, y sabréis lo que es bueno…
Seguro que la Befana te deja algun regalo.
yo tambien he oido hablar del trafico de Roma y creo que hasta que no se vive en primera persona no se sabe exaactamente como es!! Debe de ser toda una experiencia…
yo tambien he oido hablar del trafico de Roma y creo que hasta que no se vive en primera persona no se sabe exaactamente como es!! Debe de ser toda una experiencia…
Pd.: ole ole y ole por R!!
Genial! Divertidísimo! Me he reído un montón! Pero ¿como te asustan estas cosas, tú, que has estado en la boca del infierno?
Eso sí, yo tengo que ir a Roma. Con lo que me gusta conducir a lo bestia! Una vez vi el vídeo ése de un cruce en el que no había orden y concierto, y me pareció tan bonito como un diseño de geometría fractal! Y además, soy un hacha aparcando, jeje.
Hasta que uno no se enfrenta con los coches en El Cairo (en todo Egipto) y en Damasco, no sabe lo que es el tráfico. Si eres peatón, la palabra supervivencia cobra nuevos y metafísicos sentidos y el recuerdo de una ciudad europea, incluso Roma, te transporta a escenas que te parecen bucólicas y pastoriles, pacíficas, amables; eso sí, mucho más aburridas. Siempre he pensado que si hubiera un piloto egipcio en la Formula 1 se iban a enterar esos pilotos pusilánimes que no avanzan si ni hay sitio. En las calles de Damasco y de El Cairo aprendes que el espacio es muy elástico 🙂
Estupenda escapada a Roma!!
Muy bueno, Ramón, coincido completamente contigo. Viví 10 años en Roma y me saqué el carnet de conducir allí, la única ventaja que he tenido de aquello es aprender a conducir sin guiarme por las señales de tráfico o lo que hacen otros conductores, aprendí a conducir a base de intuición. Espero que la Befana (bruja) romana te haya dejado algo más que carbón :-). PS: en Roma lo mejor es ir a pie o en moto, nada de coche.
Que bueno el post. Cuando tuve el placer de estar en Roma me quedé alucinado con la imaginación de los conductores y con las cafradas que se ven pero como dice Albórbora en su genial comentario, lo de El Cairo es de otro planeta. Por la noche van con las luces apagadas y dando bocinazos para avisar de que llegan, los carriles no existen, la gente cruza por donde puede (lo mejor es pegarse a un cairota y saltar a la calle cuando el lo haga) porque los semáforos no sirven para nada. Los taxistas son alucinantes, muy simpáticos y alocados y van en coches de hace 50 años (Seat 124 incluidos, esto es verídico) Y en las plazas y rotondas cerca del Nilo y del maravilloso museo uno llega a dudar si conducen por la derecha o a la inglesa. Alucinante experiencia. Comparado con El Cairo en Roma van paseando a Miss Daisy.