Caravaggio y el café
Monday, 4 de January de 2010 por Ramón
No sé mucho de arte, sólo quedarme quieto ante un cuadro y tratar de deslizar mis ojos por sus líneas en busca de emociones, y cuando éstas llegan a borbotones son más una consecuencia de mi ignorancia que del aprecio concreto e inteligente de las formas, equilibrios, colores, manejos de la luz y la oscuridad, etc. En la Galeria Borghese se exhibe hasta el 24 de enero una exposición insólita que une en un mismo espacio dos provocadores maravillosos: Francis Bacon y Caravaggio. Se trata de un acompañamiento ocurrente y educativo más que una propuesta de combate entre dos estilos porque allí no hay dueño posible. Caravaggio es tal vez el más grande junto a Rembrandt, Velázquez y Goya. Hay más pintores geniales, y muchísimos cuadros extraordinarios, pero son escasos los tan abrumadoramente geniales y constantes en toda su obra.
Es necesario reservar la hora de la visita con anticipación y no perderse las esculturas de Bernini. Hay tres embriagadoras: Apolo y Dafne, un David con un gesto en la boca que le da movimiento al conjunto y El rapto de Proserpina. En toda escultura es necesario deslizarse alrededor de ella, pero en esta es esencial para admirar las vida interior de las manos hundidas en el muslo y la cadera.
A Caravaggio se le puede seguir hasta San Luigi dei Francesi, de camino al Panteón, y admirar los tres cuadros que se exponen. Me gusta el de La vocación de San Mateo, su juego de luces. De lo visto en la Galería Borghese cuesta decantarse por uno, pero me conmovió La Virgen y los peregrinos y la explicación que me dieron para entenderlo. Fue la primera vez que se pintó la Virgen fuera del centro del cuadro, sin el esplendor divino habitual sino afectada por las carestías humanas (las uñas) junto a unos peregrinos pobres con los pies sucios. Fue encargado para presidir el altar mayor de San Agustín, pero ante el escándalo acabó relegado a una capilla menor. Y desde ella ilumina toda la iglesia.
No lejos de San Luis de los Franceses, pasado el Senado, se encuentra el mejor café de Roma: San Eustaquio. Si se observa cómo la persona encargada prepara el café ante la máquina express, sin abandonarlo a su suerte como en Madrid, casi hablando al chorro negro, contando los segundos necesarios para obtener el mejor brebaje, uno entenderá por qué Roma es la cuna en el arte del buen gusto. No se trata sólo Caravaggio, es el café también, el gusto por los sentidos y la vida. Desde la Roma imperial al Renacimiento sin olvidarnos de los Papas. Al salir del café, aun con el gusto amargo en la boca, mirad a la derecha la iglesia de San Eustaquio y seguid con la vista hasta el tejado del templo. Allí está el motivo de por qué ésta es la única iglesia romana donde se casa ni dios, con perdón.
Qué haceis todos en Roma? tú disfrutando como un goloso pero tengo varios amigos, y una hermana, que andan por ahí ahora. Envidia. La mía.
y tanto, de la mala!