Cuadernos de Kabul: Zabur, el volador de cometas
Friday, 13 de November de 2009 por Ramón
uando Zabur mira al cielo no ve dioses ni princesas ni dragones ni sueños, sólo ve un vacío preñado de nubes y vientos en los que un buen volador de cometas sabrá jugar con la altitud y los cambios de dirección exactos para cortar las de los demás. “A veces tengo suerte y consigo derribar diez en un día. Otras no tengo tanta y me derriban a mí”, dice con los ojos muy abiertos, redondos, como si llevara el susto dentro del cuerpo. Zabur tiene 11 años y la mirada cansada, triste, casi de anciano, porque a veces con sólo ver desgracias se envejece. Sus ojeras, dos bolsas que se pliegan, delatan una vida de escasez, que cuando lo esencial no llega, el paso del tiempo es otro, deja huellas y cicatrices.
Zabur va al colegio. Le gusta aprender dari, la lengua nacional emparentada con el farsi de Irán. En un mundo de analfabetos como Afganistán, saber leer y escribir representa un salto social, pasar de la miseria a la pobreza, que diría Marx, Groucho Marx. Le apasiona el colegio porque aprende más cosas: “Me gusta mucho el inglés y el santo Corán”, asegura sin dejar escapar un sentimiento, un atisbo de sonrisa, escondido siempre detrás de su cometa azul llena de magulladuras. Cada herida, una tirita de celofán. “Esta cometa cuesta 15 afganis”, dice. Con un dólar se podrían comprar tres y guardar algo para caramelos. Es el único que tiene y sabe que no está para sobrevivir a muchas más derrotas en el cielo de Kabul.
Los talibán, que significa estudiantes de religión, la tomaron con las cometas. Las prohibieron al llegar al poder en 1996. Hacer volar una en el cielo era, al parecer, pecado, un desafío inadmisible a Dios, el único que puede ocupar el espacio celestial. También prohibieron la música, la televisión y el cine, incluso el cine sacro. Eran obligatorias las barbas en los hombres y el burka en las mujeres.
El periodista estadounidense David Rohde, que estuvo secuestrado siete meses y diez días por los talibán, cuenta en un libro recién publicado en Estados Unidos, que sus captores le pedían canciones pop occidentales y mientras que él tarareaba piezas demoníacas como She loves You de los Beatles, sus secuestradores hacían los coros. Quizá la distancia no sea tanta cuando se cae la máscara.
Cada cometa que vuela en Kabul, y son muchas estos días de finales de otoño en los que el invierno asoma en forma de nieves en las montañas, es un desafío, un grito de libertad. Los miles de niños Zabur que corren y gritan por las calles de esta ciudad, por los cementerios y las terrazas, son antídotos vivientes contra la intransigencia de los adultos, contra la guerra. Cada uno convertido en un émulo del escritor Jaled Hossein.
“Todo depende del nailon”, explica Zabur. “Si es bueno y sabes hacer volar la cometa cortarás muchas de las que están cerca de ti. Si el nailon no es bueno sólo conseguirás golpear a la otra cometa, nunca derribarla”. Uno bueno cuesta más que una cometa. Dependiendo del gusto y las manías del volador de cometas son necesarios mil o dos mil metros. “Cuando corto una, el otro niño no se enfada. No dice nada. Sólo recoge la suya y se va a casa. Cuando me cortan a mi tampoco me enfado. Sólo recojo mi cometa y voy a casa a pegarle celo en los rotos. Sólo juego los viernes que hay viento. En los demás días voy al colegio”.
El niño Zabur tarda en coger confianza en la conversación. Al principio se protegía con la cometa como si ésta fuese un escudo. Ahora, al final de la charla, como si ya no temiera una pregunta difícil, sonríe tímidamente. Sus ojos redondos con el susto dentro están colorados y lagrimean por el polvo. “No me pasa nada. Los tengo así de mirar tanto al cielo. Hoy he jugado tres horas seguidas”. Cuando el extranjero se va, Zabur mira en su mano el valor de tres cometas nuevas, o una sola con el mejor nailon que se pueda comparar en todo Kabul. Esta vez Zabur parece muy feliz.
Publicado en Cuadernos de Kabul, publicados en la web de El País.
Los antídotos han llegado hasta aquí.
Gracias.
Muchísimas gracias por todos los relatos del Cuaderno de Kabul.
Éste si es un antídoto contra la estulticia. Gracias.
Roberto
Gracias.
Ramon , queria decirte que el post del 11 de Noviembre me gusto mucho ” el frente huele a cinco estrellas ” , no se por que razon no era posible leerlo en el blog , lo lei en el periodico .
Hoy he oido en la radio que esta mañana en Kabul ha habido un atentado contra las fuerzas del ISAF ……………..
cuidate
agur
Ramón, acabo de descubrir tus textos gracis a “El volador de Cometas”, ahora mismo lo he imprimido para leerlo hoy con mis alumnos en la hora de tutoría. Espero que les sirva para pensar, empatizar, reflexionar…
Te enlazo en mi blog porque me apetece seguir leyendote!
gracias,
Rosella
¡Qué grande eres!
Mila esker El Salvador-retik.
[…] Cuadernos de Kabul: Zabur, el volador de cometas […]
Un artículo precioso. ” A veces, con sólo ver desgracias se envejece”. Admiro a los que cómo tu sois capaces de explicarnos lo que muchos no podríamos resistir. Entran ganas de comprar cometas a muchos Zabur, desearles suerte y darles un beso.
Lobo, yo no entiendo mucho de dioses, debe ser por falta de fe, pero si detecto una obsesión del hombre por escribir en el cielo, con cometas u otras cosas, aunque sean gritos de libertad reprimidos por hombres que dicen aplicar las leyes de su dios. Entre tanto creyente obsesivo (me da igual la religión que profese) es un regalo encontrarse con la sonrisa de un niño y con un cometa volando en el cielo. Cuidate. Salud.
Una cometa desde El Cairo para ti, reportero
Que si, que si, que vuelen las cometas en Kabul y en todo Afganistán.
Gracias por dejar la ventana abierta para que nos asomemos de vez en cuando al espacio que hay un poquito más allá de las sombras: por eso me quedo asombrado con tu trabajo.
Cuídate,
Sin una sola gota de sentimentalismo, me has conmovido y me has hecho sentir, sentir demasiadas cosas como para escribirlas en un comentario simple.
Gracias por tus palabras, me pregunto qué harás tú con todas las emociones, con todo lo que sentirás al ver la cara de la gente, como la cara de este niño.