Cuadernos de Kabul: el niño que vende zumos de fruta
Wednesday, 4 de November de 2009 por Ramón
El niño Omid se esfuerza en meter las semillas de la granada, un fruto muy afgano, en una batidora de otro siglo. Se ayuda de una lata de zumo sin tapa para alcanzar la medida exacta, aquella que diferencia uno bueno de otro mediocre. Cada día abre el puesto de la calle Shani Now, en el corazón de Kabul, a las ocho de la mañana y lo cierra pasadas las nueve. Delante de él se mueve el tráfico infernal y los humos que se van quedando como parte del paisaje. Tiene 12 años, los ojos grandes y unos dientes que se le adelantaron al resto del cuerpo en eso de llegar a hombre. Asegura que acude a la escuela cuando su padre le da el relevo, pero son ya las once de la mañana y eso, al menos hoy, no hay sucedido.
En su carromato de licuador profesional de zumos expone plátanos, manzanas, zanahorias y granadas. Sus cuatro frutas favoritas, que en esto de la miseria también funciona la especialización. Cada vaso se paga a 40 afganis, algo menos de un dólar, y declara que al día hace una caja de mil afganis, unos 30 dólares.
Omid es pobre, como la mayoría de los niños de esta ciudad llena de pequeñas historias de esperanza. Cuando se le pregunta qué desea ser de mayor dice que no sabe, aún no ha tenido tiempo para pensarlo. Después de preparar dos zumos para unos clientes encorbatados, pues aquí también se practica una especie de fast food callejero, como en Nueva York, el niño corrige la primera respuesta: “Me gustaría ser médico”.
Trabaja seis días por semana. Cierran los viernes, el día santo de los musulmanes. Tiene suerte porque en muchos de los oficios que pueblan la ciudad descansar un día es cosa de ricos, o quizá mejor, de clase media, que los ricos libran dos.
“Ese día me quedo muchas horas en casa, estoy demasiado cansado. A veces salgo con mis amigos y juego un poco al fútbol. Me gustan el Real Madrid y el Barcelona y también me gusta hacer volar cometas”.
Omid es el mayor de cinco hermanos y sobre sus hombros ya siente una especie de peso familiar que le hace encorvarse hacia delante. Antes de comenzar la charla, cuando el traductor le explicaba de qué quería conversar el extranjero, el niño licuador de zumos respondió con un enigmático “No estoy preparado”.
La capital afgana está inundada de vendedores callejeros, muchos de ellos niños que se escapan de las horas de colegio para ganar unos afganis con los que ayudar a la familia, que el hambre tiene más agujeros y prioridades que la cultura. Pero en estas cosas de qué poner delante en la vida, si comer hoy o prepararse para comer mejor en un mañana que nunca llega, niños como Omid dan vueltas y vueltas a la pobreza sin hallar una puerta de salida, una escapatoria, y son tantos que al final es el país entero, con sus guerras y tradiciones, lo que da vueltas a un tiovivo.
Todos esperan que la máquina de la miseria se pare, deje de girar, para bajarse de ella y correr, pero ninguno de los que dan vueltas a los zumos, a las armas, a las corrupciones es consciente de que nadie excepto ellos puede detener el tiovivo. El problema es el interruptor. Averiguar donde está para apagar de una vez el dolor y rabia que fabrican la guerra.
Publicado en Los cuadernos de Kabul, publicados en la web de El País.
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También yo creía que estaba en nuestras manos mejorar nuestro entorno, acabar con la miseria, en fin. Pero ya ves como acaban las revoluciones… :-(Tiene algo de razón el señor de ayer, los intereses de los Señores de la guerra están por encima del bien y del mal.
Sin embargo, no nos queda otra que vivir con lo que soñamos y con nuestros principios, aunque a veces suceda que hay quien toma la famosa frase de G.Marx, “Estos son mis principios, si no le gustan, tengo otros”.
Lobo, el interruptor está a buen recaudo lejos de la gente de buen corazón y ajeno a aquellos que tienen ganas de contar las cosas que parecen pequeñas, pero dan la dimesión real de lo que ocurre. Pero extraña disyuntiva comer hoy o prepararse para comer mañana, cuando ni siquiera comer hoy garantiza poder vivir. Cuidate. Salud.
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Sergio
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30 dollares es mucho dinero en Afganistan, a pesar de que sean 5 en casa, son 720 dollares. Creo que el problema es la concienciación de las familias, de los adultos, con que trabajase su padre seria suficiente. De todos modos no me cuesta imaginar la existencia de casos sumamente peores de familias que sobrevivan con menos dinero. Es la pescadilla que se mueve la cola, ya que son las tradiciones las que mueven lo que queda de ese pais, un gobierno corrupto interesado en fomentar la ignorancia del proletariado para llenar sus bolsillos, nose quien estara detras de le abandono del otro candidato a presidente, pero….. ¿ de verdad que os cuesta imaginar quien o quienes fueron los que le “recomendaron´´ a abandonar?? No hace falta una gran imaginación.
Un saludo
[…] Lobo nos contaba hace unas semanas la historia de Omid, el niño que vende zumos de fruta en las calles de […]
[…] niños nacen condenados vie nov 20 15:33 Ramón Lobo nos contaba hace unas semanas la historia de Omid, el niño que vende zumos de fruta en las calles de […]
Impresionante historia, y muy delicadamente contada.