El secuestro de David Rohde
Friday, 23 de October de 2009 por Ramón
David Rohde es un gran tipo y un gran periodista que ha tenido la suerte de salir vivo de un secuestro de siete meses y diez días en manos de los talibanes. Se merece (y nos merecemos) el libro que ha escrito. Su periódico, The New York Times, ha publicado una serie en la que Rohde narra su secuestro. El diario presenta el relato del periodista en su página web. El vídeo utilizando en la narración y los mapas son excelentes, así como los textos de Rohde, un premio Pulitzer a quien conocí en Sarajevo. Acabada la guerra, David aportó las primeras pruebas de la existencia de fosas comunes en Srebrenica.
Quizá uno de los momentos más reveladores del relato del secuestro, en el que a pesar de ser el protagonista no deseado rehúye de todo yoismo, tan en boga en estos tiempos, es cuando cuenta que sus captores le pedían canciones occidentales, como She Loves You de los Beatles. Mientras Rohde entonaba los talibán hacían los coros. Imaginarse a esos barbudos con turbante en plena velada musical tiene su punto. Por si hubiera algún talibán enganchado a este blog, que todo es posible en la globalización, una deferencia para él:
Después de todo, puede ser cierto que el radicalismo es el traje de la pobreza y la manipulación. En vez de torturar a los presos de Guantánamo con Britney Spears, lo que es intolerable, hubiera sido más eficaz mandar la colección completa de John Lennon y compañía a las montañas de Waziristán.
Acabo de verlo, muy buen vídeo.
Y cómo me recuerda qué gran misterio me siguen pareciendo ustedes los corresponsales, señor Lobo…
Un abrazo para el señor Rhode, cuando lo vea.
Por cierto, que la Wikipedia nos corrige, pues este buen señor tiene la peculiaridad de apellidarse Rohde, no Rhode. Rarezas, señor Lobo, nunca vienen solas… 😉
La investigación de la matanza de Srebrenica por parte de David Rohde es uno de los ejemplos más claros de lo que tiene que ser el gran periodismo de investigación, una mezcla de instinto, valentía, perseverancia, rigor, inteligencia, pero también demuestra hasta que punto es imprescindible el apoyo de la base, cuando el reportero pide un bien muy preciado: tiempo.
La Columbia tiene en su web un estudio de la investigación de Rhode (www.columbia.edu/itc/journalism/nelson/rohde/intro.html). Cuando la CIA difundió unas fotografías de lo que podían ser de fosas comunes de Srebrenica, la historia la tenía todo el mundo pero sólo Rohde, que entonces trabajaba para The Christian Science Monitor, se atrevió a seguirla. Cruzó a territorio serbobosnio desde Belgrado (si le llegan a pillar, le hubiesen asesinado sin contemplaciones) e hizo una investigación en profundidad durante dos días antes de publicar la primera historia. Luego siguió y siguió: entrevistó a los refugiados, investigó el papel (lamentable) de los cascos azules, se pasó meses antes de terminar la historia (de hecho, en uno de los viajes fue detenido por las autoridades serbobosnias durante 10 días y sólo la intervención de EEUU le salvó de males mayores).
Ganó el Pulitzer, entre otros muchos premios. Han pasado 14 años después e internet, la crisis, los nuevos medios han causado grandes cambios en los diarios. Después de este tsunami, ¿existirán medios capaces de apoyar investigaciones como la de Rohde, investigaciones que permitieron conocer el mayor crimen cometido en Europa tras la II Guerra Mundial? Sin trabajos como el Rohde resulta más difícil convencer al público de que hay que comprar periódicos porque hacen que nuestro mundo sea mejor y sin periódicos, bueno, sin periódicos estamos perdidos.
Corregido, Javier. Gracias
he tratado bastante a los 2 pulitzer de aquello bosnio (Gutman, 1993; y Rohde, 1996) y frente al periodismo patrio los destacaría a ambos por dos aspectos: + humildad y – ideología. Ello probablemente les confería una sana desconfianza y un compromiso más verdadero con los derechos humanos y con sus muy variados lectores (a diferencia recuerdo lo fácil que resultaba escribir con ligereza para un país sin comunidades de emigrantes de esos pueblos y confesiones). Recuerdo trabajar con Gutman y cómo, durante ¡semanas!, además de demostrar exaustivamente a sus jefes que tenía una buena historia (campo de Omarksa) tenía que contrachequear y demostrar que no estaba siendo intoxicado por la CIA o ningún otro servicio u ONG, ni por bosnio-serbios, b-croatas o b-musulmanes… Su compromiso con los derechos humanos prosigue hasta hoy en este proyecto educativo “Crimes of War: What the Public Should Know” (http://en.wikipedia.org/wiki/Crimes_of_War)
Estimado Guillermo, mi comentario no ha sido más detallado porque ya he dado la brasa suficiente sobre el tema en varias ocasiones, aquí en el foro, y no es cuestión de soliviantar más al señor Lobo, al que obviamente visito porque aprecio. Pero por favor, no piense usted que ataco de ninguna manera al señor Rohde, ni a nadie que ejerza su profesión; más al contrario, a una parte de mi cerebro le parece de las profesionales más encomiables a las que uno se puede dedicar.
Otra parte de mi cerebro, no menos racional (sospecho), está convencida de que cuando uno se muere, se acaba la vida. Y me resulta difícil entender cómo ciertas personas son capaces de aceptar la posible pérdida cotidiana del TODO por una forma de lucha desde la que, en mi opinión, es imposible ganar. Entiendo, racionalmente, el compromiso moral, pero lo que es innegable es que cuando se acaba la vida, se acaba la lucha.
Y si el señor Rohde acumula galardones es debido a que ha tenido el “coraje” que muchos no han tenido, y tanta, tanta de la suerte; y el coraje, rara vez tiene que ver con “la razón”, más al contrario, se define a sí mismo desafiándola; el azar, es tan solo lotería. Todos los “señor Rohde” que murieron los primeros tres meses de pisar una guerra no salen en la prestigiosa lista de los premiados que usted cita; su muerte no cambió la podredumbre mundial, ni lo hará, en el futuro, la de ningún aislado periodista. ¿Quién no querría, como periodista, destapar un Watergate? Ahí también se expuso la vida, también se obtuvo la gloria, y sin embargo, ¿para qué? Para que señores como Bush acaben siendo democráticamente elegidos y hagan el mundo aún más miserable de lo que era con Nixon.
De ahí, el origen de mi perplejidad: la vida personal, es única, es TODO; el “problema”, por así llamarlo, es la totalidad de un sistema corrupto de escala mundial; podría llegar a entender a quien se mete en un incendio puntual para salvar a un perro puntual arriesgando puntualmente la vida, pero, a quien se mete habitualmente en una guerra más para “informar” desde las esquinitas que otros le pemiten, esperando… ¿qué? ¿La redención? Un mundo mejor llegará el día en que hasta los ciudadanos cínicos como quizá sea yo luchemos al unísono, juntándonos todos y cada uno de los miembros de una sociedad educada y comprometida; lo cual no va a pasar jamás, pues el sistema se encarga de producir suficientes gentes maltrunidas e ignorantes para seguirse perpetuando a sí mismo. Lo veo tan obvio, que esperar a que a la redención salga de la redacción… es algo que me resulta paradójico, en personas tan preparadas como ustedes. Entiendo las razones del corazón, pero yo soy de los interesados en mantenerlo, prioritariamente, latiendo. Se aprende a vivir con dolor. Algunos días, hasta se da gracias. Pero vivir sin vida, es más jodido. No puede uno ni luchar por mantener vivas las plantas del patio de vecinos.
En todo caso, disculpas por la extensión, y reitero mi total respeto hacia su profesión. Soy tan sólo un ciudadano más intentando comprender la vida, otro que lucha contra su propia incapacidad de comprensión de las vidas ajenas. Que si se para usted a pensarlo, no es tan distinto de lo que pasa a un talibán.
Me marcho a retocarme la barba. Un cordial saludo.
P.D. Banéeme ya, señor Lobo, que estas parrafadas no son buenas ni para su salud ni para la mía. 😀