Lo peor son los aeropuertos
Saturday, 8 de August de 2009 por Ramón
Días antes de un viaje sólo se ven los inconvenientes, que son muchos. Supongo que es la consecuencia del progreso que nos ha vuelto sedentarios (también comodones). Nunca se piensa en la guerra -si es que hay conflicto en el lugar de destino-. Tampoco existe un miedo físico definido, sólo se percibe el temor difuso a hacerlo mal, al fracaso (como conté ayer). Del viaje molestan los aspectos más absurdos, como el primer madrugón (el que me espera hoy); los taxistas sobreexcitados tras horas de trabajo nocturno que te hablan cuando aún estás en coma; los aeropuertos de luz de sala de interrogatorios que parecen fotocopias los unos de los otros; la seguridad abusiva por parte de gente que no sabe lo que es seguridad; los aviones repletos en los que la tripulación se empeña en darte de desayunar, y tú desayunas pese al riesgo de envenenamiento súbito; las esperas interminables en otros aeropuertos donde se multiplican unas medidas (abusos) de seguridad que no más que teatro y un agujero negro en los derechos ciudadanos y, una vez superado el control, aparecen entonces los niños alcalinos que trotan por los corredores al grito internacional de “yiiiiiiiiii”.
Y al final, las aduanas, tan expertas en bienvenidas.
El verdadero viaje empieza cuando se hace la maleta. Es como si cada prenda que se deposita en el interior fuese una enorme zancada hacia el destino. Ahora, es mejor: las tecnologías ayudan a que el viaje empiece a oler a viaje cuando se rastrean informaciones en Google. Este proceso de inmersión es lo más apasionante porque nace de la imaginación y la esperanza.
Cuando el viajero se despierta zarandeado por el maldito despertador es como si ya estuviera al otro lado. Yo, por ejemplo, me siento desde hace unas horas en Kabul, donde paseo por sus calles en busca de historias.
El viaje es un regalo, una universidad de personas y experiencias ajenas, una oportunidad extraordinaria para crecer y alejarse de la molicie y la mediocridad que genera el progreso y la ambición desmedida, ésa que se despliega a cambio de valores e ideas. Viajar es vivir parte de la vida prestada del Otro.
Me encanta el retorno, cuando se regresa a casa con la sensación del deber cumplido, y se saborean las imágenes y las voces construyendo una nueva memoria. Pero aún estoy lejos de ese momento porque sólo he empezado a dar el primer paso, pero al menos ésto ya es movimiento.
El ansia por conocer, la huida de la mediocridad, los nervios, la expectación… gracias por hacernos viajar contigo, aunque sea de espectadores. Una forma generosa y gratamente revolucionaria de socializar el periodismo… y la ilusión.
Vaya por delante que leeré lo que escribas en El País…pero…¿se puede pedir un deseo?
Si la respuesta es : Si…mi deseo es saber como viven los afganos el día a día..¿tiene agua corriente? ¿que comen? ¿hay café? ¿le ponen azúcar? ¿hay jabón? ¿y champoo? ¿cómo se lava la ropa? ¿a que hora se levantan? ¿hace calor? ¿frio? ¿que piensan de nosotros, de los españoles….de occidente? ¿se plantean el futuro? ¿cómo? ¿de que viven? ¿en que trabajan?¿cómo son las relaciones familiares?¿que tradición islámica siguen?…
Bueno…ese es mi deseo…si la respuesta a la primera pregunta es: No….pues me aguanto.
Buen viaje y ten cuidado…
Suerte, simplemente!