Giros, idiomas, periodistas
Tuesday, 4 de August de 2009 por Ramón
Me encanta descubrir palabras que me son desconocidas; también, las que aparecen en un contexto no previsto dando una riqueza inesperada a una expresión. Me sucede a menudo con las voces procedentes de algún país latinoamericano. Las retransmisiones futbolísticas argentinas, por ejemplo, son una delicia idiomática. Un escritor podría seguirlas con papel y lápiz para copiar ocurrencias. No hace mucho escuché a un locutor decir cuando un jugador abusó tanto de la posesión de la pelota que la perdió: “Se engolosinó de balón”. En España decimos, ”se emborrachó de balón”. Prefiero la versión suramericana.
En una charla de José Saramago pronunciada en el Casino de Madrid, hace algunos años, el presentador empezó por felicitarle los años, ya que “cumplía” (creo) 80. El escritor portugués dijo que le resultaba extraño escuchar la expresión “cumplió años”. “Es como si fuera una penitencia, una pena de cárcel. En portugués decimos hacer años, que es más participativo”. Me quedé pensando. En castellano también la he escuchado, pero en los pueblos. Es una expresión en desuso, pero mucho más hermosa y precisa que la actual y urbana.
Hace unos días, una persona me regalo una palabra hermosa: “basurearte”. Prometo utilizarla en alguna crónica.
El idioma es algo vivo en la boca de la gente, crece, se multiplica, se enriquece y transforma; también se estropea, sobre todo en la labios de políticos y periodistas, a veces dos focos de incultura. ¿Ejemplos? Solo dos muestras típicas en mi profesión: decir “testigos presenciales” (si no estaban presentes son una porquería de testigos) y “valoración positiva” (todo lo que tiene valor ya es positivo).
Pues eso: más lectura y menos televisión (excepto las retransmisiones de partidos latinoamericanos).
Vaya y yo que creía que, al menos en matemáticas, los números podían tener valor negativo o positivo 😉
Por lo demás, me parece buena idea lo de enriquecer el idioma. Hay tanta gente que no usa más allá de unas pocas palabras y la mayoría de ellas son palabras comodín
El problema es que esa incultura de la que hablas nace entre la clase política y periodística pero se va extendiendo entre la sociedad hasta convertirse en términos aceptados como válidos. Es una verdadera lástima.
Por cierto, para ampliar el vocabulario recomiendo el libro Tierra Sonámbula, un descubrimiento gracias a las propuestas contra la molicie 😉 En sus páginas descubrí numerosos términos que hasta el momento nunca había oído.
Si soy sincero, la expresión “hacer años” siempre me había rechinado. Bajo la luz que la presentas toma una dimensión mucho más estimulante… No sé en que cadena escuché ayer a una reportera subrayar con entusiasmo que la gente “subía arriba, a la primera planta”… El fascinante universo de las redundancias… Abrazo!! H
Creo que “en olor de multitudes” supera a testigos presenciales…lo leí hace mucho tiempo en una carta de EL PAÍS titulada “en defensa del loor”, lástima perder el recorte…
Muy acertado análisis. El idioma se enriquece día a día. Mientras adoptamos nuevos vocablos, algunos refranes y expresiones pueblerinas que han caído en desuso no se deben olvidar porque también contribuyen a esta riqueza. Saludos.
Hablando de periodistas merecen ser mencionadas las fuentes: bien informadas, fidedignas o dignas de todo crédito. ¿Cuándo no se califican son dignas de toda desconfianza? Sólo pensarlo da miedo
En Italia ya no se puede utilizar la palabra “libertad” de manera inocente ya que la derecha (la berlusconiana) se apoderó de ella: “la casa delle libertá”, “il polo delle libertá” y por último ahora tenemos “il popolo delle libertá”.
Lo que quiero decir es que no solo se enriquece sino que de vez en cuando suceden “traumas” por los que se pierden palabras y también lo que significan.
Niño, yo no estoy muy segura de que tanto fútbol sea bueno.
Se me ponen los pelos como escarpias cuando con un 15% de paro veo que 75.000 tíos han ido a un estadio de fútbol a saludar a un chulazo de playa que patea muy bien el balón.
Siento el mismo estupor cuando leo que muchos pagaron un dineral para asistir al entierro de Jacko en un ataud bañado en oro.
Yack!
Ahora que escribes sobre el lenguaje, Ramón. Me encanta leer y también escuchar la radio. Todos los días leo y escucho. Pero echo de menos escuchar y leer palabras que no entienda, que desconozca su significado, que me inciten a perderme e indagar qué quieren decir, como bien apuntas. Pena que seamos angostos de vez en cuando y nos limitemos a lo de siempre, mira que el castellano es rico. Precisamente por eso, ahora que también hablas sobre retrasmisiones latinoamericanas, no hago más que leer libros, relatos y artículos de escritores argentinos. Para retomar aquello que echaba de menos: “descubrir palabras que me son desconocidas; también, las que aparecen en un contexto no previsto dando una riqueza inesperada a una expresión”.
Un saludo,
Adri.
A mí me encantan ‘alongarse’, ‘gaveta’, ‘nalgada’, ‘principiar’, ‘fechillo’,
‘machango’, ‘chiquillaje’ y ‘enchumbada’. Mucho portuguesismo y mucho arcaísmo.
Me suenan a mi infancia despreocupada en el patio de la casa de Fuerteventura. Y a joyas del español meridional de gente que habla como si cantara.
¡Gracias por defender “nuestro” español! 😉
¿Y qué me dicen de esas palabras o suma de palabras absurdas tipo: señora de edad (todo el mundo tiene edad), persona de color (todo el mundo tiene color) o hijo natural (como si los nacidos “en el seno del matrimonio” fueran de plástico)
Viva el idioma: ensancha el alma