Para qué sirven los sábados cuando no hay camisa limpia
Saturday, 1 de August de 2009 por Ramón
Además de desayunar pan con tomate y un buen café, como sugerí hace un par de semanas, los sábados sabadetes sin camisa limpia… sirven para darse un buen paseo matinal por una ciudad que se despereza de la farra nocturna. Las ciudades semidormidas son diferentes a las crispadas y aceleradas que bullen de lunes a viernes. Hasta se esfuman los malos rollos, los bocinazos e insultos. Incluso los taxistas parecen perder interés por la Cope o por esa variante incomprensible que es la radio de los taxistas. Es como si dentro de un solo envoltorio arquitectónico convivieran mundos opuestos; y paralelos: basta con cambiar de calle para mudarse de urbe, país, cultura o religión, como en el Raval (Barcelona) o en Lavapiés (Madrid). Me gusta.
Pero pasear por mi ciudad -que no es apta para resacosos, ancianos, niños de diverso tamaño y gente en silla de ruedas o con muletas- puede resultar una operación de alto riesgo porque todos son obras: vallas no siempre bien colocadas y agujeros casi nunca bien señalizados… Son cosas de Gallardón el Constructor.
Para esos paseos matinales en un Madrid que se despereza me gusta la plaza de Oriente. Los días con una ligera brisa se escucha el eco distante de la voz del dictador Franco asomado al balcón del Palacio Real y la de sus súbditos coreando su apellido. Qué sencillo les resulta a muchos ver dictadores en Irak y en países lejanos y cuánto les cuesta verlos en casa. Lo llaman desmemoria histórica. Y lo es. Nos pasa por educarnos en mitos, no en hechos científicamente probados.
Pero hablaba de la plaza cuyo diseño actual data de 1844 y aunque su última remodelación pasó por las manos del nefasto Álvarez del Manzano, ésta sobrevivió a los gustos horteras del regidor. Nunca he entrado en el Palacio de Oriente, pese a vivir al lado, pero tiene sin duda una visita ineludible para aquella gente que le gusta visitar palacios. Entrar en la catedral de la Almudena también es obligatorio. Me gusta mucho el suelo. Las pinturas del techo diseñadas por el devoto Kiko Argüello, el amigo del cardenal Rouco Varela, son un desafío de mal gusto al dios que dice alabar. Hay incluso en la catedral una capilla dedicada al señor Balaguer, el fundador del Opus Dei, supongo que sufragada por la organización. No hay ninguna dedicada al arzobispo salvadoreño Óscar Arnulfo Romero. Espero que no por falta de méritos terrenales sino por una cuestión de protocolo celestial.
Merece la pena los jardines de Sabatini, al norte del palacio, y en frente de una de las mejores heladerías de la ciudad. De la plaza sobresale la magnífica estatua ecuestre del rey Felipe IV. Se trata de una escultura hermosa de gran dificultad técnica pues el caballo reposa sobre las patas traseras.
El Teatro Real no me parece especialmente bonito pero dentro se oye bien y parecer en asuntos de música lo que se trata es de escuchar. Los días de estreno de alguna ópera la plaza se transforma en un teatro de vanidades: decenas de coches oficiales de políticos, banqueros, empresarios y conseguidores varios tienen licencia para matar y para aparcar donde les place en una zona peatonal sin que nadie les multe pese a existir un aparcamiento subterráneo. En esas noches de gran postín, la plaza se puebla de gentes disfrazadas de rico que no van a escuchar si no a que les vean. El café de Oriente tiene un bollería de primera y la terraza resulta agradable aunque cara. Se llena de guiris decorados de guiris que en son otro espectáculo y buen espejo de lo que somos nosotros cuando salimos por ahí fuera.
Los domingos aparecen chinos masajistas que se ganan unos euros deshaciendo nudos y de jóvenes con monopatín que creen ligar mejor desde las acrobacias más torpes. Después, para el aperitivo, El anciano rey de los vinos, frente a la catedral, resulta una buena opción para empezar la borrachera del día con un vermut de grifo.
También puede uno regresar a su casa tras realizar una compra de soltero (ya sa sabe: llena de cosas innecesarias y con sobreprecio) en el remozado mercado de San Miguel, relajarse en el sofá, cerrar los ojos y escuchar una buena tormenta tropical capaz de transportarte a Uganda o a Venezuela. Podría ser un aguacero real, de los de empaparse hasta la ropa interior, pero es sólo talento y entrenamiento, como todo en la vida. Feliz día.
Anitz esker.
feliz domingo, ramón
Descubrí ayer tu blog me parece fenomenal , muchas gracias por presentarnos tus opiniones y comentarios, da gusto leerlos .Me ha gustado la descrición muy particular del palacio y alrededores .Tu barrio es uno de los mas bonitos de Madrid (yo viví 5 años en Opera). Te leeré todos los días,sigue haciendolo igual de bien. Besos
¡Qué maravilla! Por unos segundos he vuelto a la selva venezolana y a su inolvidable olor. Gracias.
Compañero Lobo, permítame matizarle que no sería buena señal que un busto del mártir Romero estuviera junto al de Balaguer. La devoción-admiración hacia Romero se palpa en las calles de Chalatenango o San Miguel pintadas con su rostro, no entre mármoles de Carrara.
Un abrazo eterno desde Centroamérica.
El diluvio del fin del mundo en YouTube…
Me escribe un amigo y me hace notar que hoy domingo hemos amanecido con el diluvio del fin del mundo. De verdad que s…
¡Qué coincidencias afloran gracias a google! He entrado en tu blog sin conocer de tí más que tu nombre (siguiendo el rastro de una alerta sobre “el señor Balaguer”, a quien yo sí le tengo más devoción que a Romero) y me encuentro con que compartimos amistad con Miguel Gil…
Y sigo con la navegación y doy con tu obituario de Fuentes, el titulado “la otra rosa del Jardinero”. Y se cierra mi periplo: el autor de esa expresión, efectivamente recordada en el funeral en Vimbodí, no es otro que San Josemaría.
¿Es por falta de méritos terrenales o por una cuestión de protocolo celestial que uses titulares de uno y no del otro?
Por un momento me ha parecido que era yo la que paseaba por Madrid… de nuevo…