Cafés y backgamon en Irak
Sunday, 14 de June de 2009 por Ramón
Los traductores iraquíes juegan al backgamon, el juego nacional por excelencia junto al dominó. Mueven las fichas con tanta rapidez que siquiera da tiempo a denunciar una trampa en las cuentas. Observo, pero no me decido a enfrentarme a un tipo que se toma cada partida como una cuestión territorial. Hace años que descubrí la mecánica de este pasatiempo en el ordenador. Me he acostumbrado a jugar en la pantalla y cuando me enfrento al tablero físico me cuesta orientarme y tardo en contar las jugadas. Sería pan comido para un principiante iraquí. Recuerdo un café de columnas y contraventanas azules y techos altos con ventiladores, situado en una esquina de la calle Rachid de Bagdad. Me gustaba ir allí en 2003 con Flayed al Mayali, nuestro intérprete, sentarme a tomar un té y ver la vida pasar, como si nada en el mundo pudiera romper la magia de un momento marcado por el ritmo de las fichas de dominó estallando sobre las mesas y las del backgamon conquistando posiciones seguras. Esa debió ser también el alma de nuestros cafés: lugares de reunión y charla, de ser vistos y de ver la vida de los otros pasar como si formaran parte de la nuestra.
En aquel café de columnas azules, donde los hombres jugaban al backgamon con las cabezas reclinadas sobre el campo de batalla y fumaban narguile, no había mujeres, como en la España de los años 20. En la calle Rachid de Bagdad es donde sucede la historia de Irak: los atentados y los asesinatos. En julio de 2003, sus tiendas de vídeo emitían como reclamo imágenes de la represión de los chiíes en 1991, cuando la Guardia Republicana aplastó en Kerbala y Najaf un levantamiento de los que creyeron en la ayuda occidental tras la Guerra del golfo. Dieciséis meses después, el vídeo más vendido en el mercado de los ladrones de la capital era la decapitación a cuchillo de un conductor de camión egipcio por parte de la banda de Abu Musab al Zarqaui. Los dos vídeos mostraban una realidad: los americanos habían perdido la guerra, habían pasado a convertirse en los ocupantes y la insurgencia gozaba de un creciente apoyo popular. Es el problema de invadir países, la gente se resiste.
(Del diario de Irak. Noviembre-diciembre de 2008)