Los ejecutivos se quedan sin los extras
Friday, 24 de April de 2009 por Ramón
El presidente Obama ha propuesto un recorte de 500.000 dólares en los pagos a los ejecutivos de las grandes compañías que reciban “ayudas excepcionales” del Gobierno de Estados Unidos. Estos recortes no se aplicarán de forma retroactiva pero con ellos se limitará los salarios y los bonus de los principales ejecutivos. Éstos podrán seguir cobrando sus acciones y extras sólo cuando la compañía hasta devuelto el dinero estatal recibido. El gráfico muestra a los principales directivos de las compañías que han recibido más dinero del Estado. Pinchando en sus figuras se podrá comprobar lo que pasaría con sus ingresos si se les aplicara la propuesta del presidente de EEUU.
Ejercicio de agudeza visual en el Financial Times.
Por alusiones, y ante la cascada de declaraciones demasiado optimistas sobre el repunte de la crisis y el inicio de la recuperación, una dosis del gran Forges:
¡¡¡pobres!!!
Sé que es muy fácil culpar a unos cuantos por el mal disperso en el mundo. Yo, que orgullosamente vivo con un sueldo ínfimo –suficiente para pagar la wifi– me atrevo a decir que es muy fácil culpar a unos cuantos por la miseria desperdigada en el mundo. Ojalá la culpa fuera sólo de ellos. La corrupción, compañeros, la compartimos al pensar que “no pasa nada” al no pagar una caña en un bar. Que “no pasa nada” cuando te fumas un porro o te metes una raya sin pensar que han muerto personas (incluidos niños) para que esa droga esté ahí. Que “no pasa nada” cuando has vivido con una comodidad que no se compara a la de la mayoría la gente en el mundo. Sí, los ejecutivos son el mal de hoy. El malo al que queremos culpar de el apocalipsis que viene. Antes de ver la paja en el ojo ajeno, hay que ver la viga en el propio. Esta noticia me impactó: http://norris.blogs.nytimes.com/2009/04/22/a-death-in-virginia/
Pueden ver más en medios estadounidenses.
Evidentemente, este tipo no era muy feliz con los 500,000 dólares. Ni siquiera con los más de 800,000. El tipo tenía una hija de cinco años que vivirá con el recuerdo de que su padre era un sinvergüenza. Es una tristeza. Esa niña no tiene culpa. Así que, cada vez que digamos que “no pasa nada”, pensemos que sí pasa. Y que no pasa por esos malvados ejecutivos. Pasa por nosotros. La corrupción somos todos. Las campanas, compañeros, doblan por todos nosotros.