Noticias por las que merece la pena mancharse de tinta
Monday, 20 de April de 2009 por Ramón
Vivimos tiempos de grave crisis en la prensa tradicional en los que se cuestiona la supervivencia del papel, y se cuestiona desde dentro, por aquellos que sueñan ahorrarse su coste. Son tiempos revueltos en los que por error, desconocimiento o mala fe muchos culpan a Internet de todos los males en lugar de buscar los cooperadores necesarios entre nosotros: responsables empresariales, jefes varios y periodistas en general. Son tiempos en los que se tiran por la borda las leyes sagradas del periodismo de calidad: ir a los lugares donde sucede algo, entrevistar a los testigos, recoger fuentes, comprobar y volver a comprobar siempre aleccionados por una mesa de redacción que demanda los más altos estándares de calidad. Esta bella definición pertenece a Bill Keller, director de The New York Times, que, pese a ser gran diario, tiene problemas de viabilidad.
No es Internet el único responsable de la catástrofe, sólo una puntilla. Los que más culpa acumulan son quienes creen haber hallado Eldorado en el periodismo ratonero (Pepe Comas dixit). Los que imponen grandes recortes cambiando los desplazamientos físicos por los desplazamientos del ratón del ordenador. Quienes asomados a una pantalla creen oler y palpar la realidad y opinar después sobre ella en tertulias y reuniones sobre el futuro del periodismo, el cambio climático o de las armas nucleares, que para todo da.
También hay una parte de responsabilidad entre los que proclaman la gratuidad de los contenidos como la gran revolución cultural. Viajar a sitios peligrosos para averiguar lo que sucede y contarlo cuesta dinero y un sueldo para el periodista que dedica su vida a la información. ¿Teatro gratis, cine gratis, fútbol gratis, whisky gratis, coches gratis, créditos gratis …? Pero éste sería otro debate.
Quizá porque soy periodista y estoy bastante preocupado por mi futuro y el de mi oficio me ha gustado mucho la película La sombra del poder (State of Play), que pasará a buen seguro a la lista de grandes del género junto a las inolvidables Todos los hombres del presidente y Primera Plana. No pretendo escribir sobre su calidad cinematográfica, que me parece excelente en todo: guión, montaje, actores… con la excepción quizá del congresista Collins interpretado por Ben Affleck, algo eclipsado por el radiante Cal McAffrey (Russell Crowe).
Lo que me ha gustado especialmente es su fondo periodístico y sus referencias constantes a la situación que vivimos. La pugna entre el viejo periodismo inundado de papeles, recortes y post-it del cascarrabias McAffrey-Crowe frente al joven periodismo digital de su compañera de redacción Della Frye (interpretada por Rachel McAdams). Magnífica la escena, los diálogos y la réplica última cuando ella entra en la película y le pide información para alimentar sus textos on line sobre el Capitolio. “Me tendré que leer un par de blogs para estar al día”, responde McAffrey-Crowe a su ambiciosa colega.
El desarrollo de la relación entre ambos personajes es una metáfora de la relación entre los dos supuestos periodismos, y escribo supuestos porque en mi opinión son el mismo a diferentes velocidades. En esta película, la joven Frye y el viejo McAffrey acaban por entenderse y sacar adelante una gran noticia. Me entusiasma una de las la frases finales de Fryre-McAdams: “Hay noticias por las que merece la pena mancharse las manos de tinta”. La mandaría colocar en todas las redacciones aunque sólo sea por molestar a los agoreros, educar a los nuevos y refrescar la memoria de los olvidadizos.
Para lograr esa comunión entre herramientas, edades y mentalidades es fundamental un personaje como el de la directora del Washington Globe, Cameron Lynne (Helen Mirren), quien debe lidiar simultáneamente con el poder político, unos dueños que sólo desean ganar dinero sin importarles si lo publicado es cierto o no y unos periodistas toca-pelotas como McAffrey-Crowe que no ceden un centímetro de independencia. Desconozco si existen muchos directores como ella, o si quedan otros en activo de la talla de Ben Bradlee, del The Washington Post durante el caso Watergate. En nuestro mundo en crisis quizá no dependamos tanto de la llegada de superhéroes que defiendan este oficio de nosotros mismos, sea impreso o digital, quizá basten periodistas sensatos y buenos que hablen solo de periodismo y no de presupuestos y que crean profundamente en este hermoso negocio de contar historias veraces.
Lo dices tan bien Ramón. Lo que está ocurriendo en el periodismo es una catástrofe, pero tengo la impresión de que no se está contando. Pasa camuflada en la marea de la crisis y los retales sueltos se están interpretando como el lamento de una profesión que teme perder unos privilegios que, por otra parte, no creo que haya tenido nunca. A este oficio cada día le faltan más medios, le roban cada día más profesionales y también le falta corazón. El de la gente del oficio. El nuestro.
:’)
Oléee, principalmente por el último párrafo …
Desgraciadamente, hoy más que nunca y de mano de todos esas amenazas que mencionas, Lobo, el reporterismo se muestra en el umbral de su desaparición. En estos tiempos de crisis económica sin parangón, también para la prensa, el miedo es la tònica común y con el miedo llega la autocensura, que es la peor de las censuras. Denunciaba hace unos días Malén Aznárez en El País “la competencia de Internet, mucho más rentable para las empresas a la hora de cubrir conflictos en lugares lejanos, que amenaza con el fin del reporterismo”. Subrayaba también que actualmente parece que “lo único importante es contar cosas divertidas, ligeras y, a ser posible, de bajo coste. Mucha comunicación y poca información”.
Terminaba Malén su interesante exposición “Los periodistas y la doble crisis” con la siguiente pregunta: “¿Estamos preparados para, en medio del diluvio, jugarnos el tipo y seguir informando de la única manera que merece la pena: viendo lo que pasa en el lugar de los hechos para luego poder contarlo con la mayor honestidad posible?”.
Salud
Buen análisis de una buena película.
Deben quedar directores así pero no sabemos dónde.
Muy interesante el artículo y gran recomendación de la película (que ya tenía ganas de ver)
Eso sí. el actor es Russel Crowe, que me estaba haciendo un lío
Excelente Ramón. Algo parecido y mucho más breve escribí en mi blog el viernes tras ver esa obligatoria película.
Muchas gracias Ramón. Esta tarde voy a verla en V.O. Solamente apuntar una pequeña errata. Es Russel Crowe
Pues es que ahora, hermono lobo, ya casi ningún periodista es así. Ahora el peridismo consiste en conspirar para derrocar gobiernos a base de repetir mentiras una y otra vez. Consiste en hablar del florero de los famosos y famosetes hasta vomitar. Consiste en opinar de todo en tertulias de a 600 euros el minuto, aunque la mayor parte de las veces se tiene el conocimiento del pescadero de la esquina.
Quizá deberían preguntarse porqué la gente no compra prensa. Y es que para leer mierda ya estaba la difunta Corín Tellado.
Gracias por los comentarios y por la errata. Crowe en lugar de Growe. Corregido. Pero las dos eles de Russell las voy a mantener para ser fiel a la voluntad de sus padres.
Salud
Gran post, compañero. Totalmente de acuerdo aunque no haya visto aún la peli. Lo del periodismo ratonero es de traca.
Jajajaja Es verdad. Entre el nombre y el apellido vamos finos
Vaya artículo, Ramón. Enhorabuena. Tanto hablar de la herramienta eclipsa el mensaje. Sería como si, de este artículo, nos quedásemos con la impresión de la película, una simple excusa, en lugar de con la reflexión final.
Voy a hacer un poco de tocapelotas, que a lo mejor no de periodista; pero… y ¿ sí empezamos a hacer autocrítica?
Creo que, además de las historias, el periodismo también es ponerse en la piel del otro.
Todos hemos visto como desde hace muchos años nuestras redacciones se llenaban de becarios y contratados a los que se prolongaba y prolongaba su contrato, con sueldos miserables; sin que nunca tuvieran la seguridad de si iban a ser renovados y a los que se quitaban derechos tales como las vacaciones. ¿Cuántas huelgas hemos hecho en su defensa? ¿Cuánto nos hemos quejado de eso? O mejor aún, ¿cuántos artículos hemos publicado sobre el asunto?; cuántos reportajes en profundidad hemos escrito de cómo se vive con treinta y dos años sin haber cotizado jamás a la seguridad social porque, por ejemplo, eres contratado en el extranjero. Al contrario, nos parece despreciable que, alguien que gana menos del salario mínimo y no sabe si la semana siguiente va a seguir trabajando, no tenga aprecio por su trabajo; y nos parece un escándalo que quiera verse las películas gratis; bajarse gratis la música y ver el periódico por la cara. A mi se me hace que con ese sueldo de menos de seiscientos euros, que no se sabe si el mes que viene va a estar ahí, es difícil pagar el alquiler de una casa y comprar periódicos, libros, ir al cine, al teatro y, además, viajar para ilustrarse.
Otra vertiente de la autocrítica pasa por ese liderazgo de la prensa anglosajona del hablas, Ramón.
Empecemos por el New York Times y el periodismo estadounidense en general, al cual seguimos poniendo como modelo; entre otras razones porque las películas de Hollywood suelen mitificar y crear leyendas sobre toda la democracia estadounidense.
Pienso que en este momento periodismo sería, por ejemplo, dar los nombres de los torturadores en Guantánamo; periodismo sería entrevistarles; periodismo sería exigir que se les juzgase a ellos y, sobre todo, a quienes lo permitieron, a quienes “legalizaron” la tortura. En cambio, esa legalización es un paraguas que, esgrimido por el presidente actual, ha servido a muchos periódicos para dar por bueno el asunto, para no continuar tirando del hilo y para no exigir que se juzgue a los torturadores. Pero ¿es que se puede “legalizar” la tortura?
En países a los que tradicionalmente la prensa anglosajona considera mucho más atrasados, como España, se ha juzgado a guardia civiles y se les ha condenado por torturas y hasta ha habido ministros que han ido a la cárcel por la guerra sucia contra el terrorismo. A cambio de eso, el New York Times publicaba ayer en su suplemento dominical un artículo delirante sobre porqué la tortura despierta más rechazo y revuelo que la misma guerra. Y digo delirante porque el objeto del artículo se me escapa por completo; no sé si pretende justificarla o si quiere tapar la tortura con algo, en principio, más grave. Eso sí, está escrito de forma magnífica. Y me pregunto si no es ese un mal del periodismo actual. Pensar que es más importante cómo se escriben las historias que el fondo de las historias.
Sí; es cierto existió el Watergate, pero también Monica Lewinsky; y a punto estuvo de ser expulsado un presidente de los Estados Unidos porque una becaria se la chupó en el despacho. En cambio, su sucesor fue a la guerra con mentiras (según ha reconocido el propio parlamento del país) y la prensa no consiguó su dimisión. Y no la consiguió porque no podía; porque fue partícipe en la preparación de la guerra, y no sólo por omisión, también por voluntad. Cuando se hace esta observación siempre se restalta que la prensa de Estados Unidos ha pedido disculpas después; cuándo se dio cuenta. ¿Y? Ocurrió lo mismo lo mismo en la primera guerra del Golfo: nos enteramos de las mentiras y de que las bombas no eran inteligentes después, no antes; por no hablar de lo que ocurrió en la época de Joseph McCarthy.
¡Qué decir del papel de la empresa estadounidense en la crisis financiera! Cualquiera que criticase algunas cuestiones del sistema, por ejemplo la excesiva desregularización, era quemado en la hoguera del desprecio. Una hoguera que también funcionó en la prensa española.
Todo de lo que tu hablas en tu comentario, Ramón, es necesario. Creo, además, que eres un magnifíco ejemplo de periodismo; pero pienso que también lo es una autocrítica que vaya más allá de nuestros propios artículos. Es más, individualmente, muchos, quizás la mayoría, nos salvemos; el problema es la profesión.
También pienso que tu blog es un magnífico foro para el debate; gracias por permitirme participar en él.
Bravo, Ramón, bravo.
Eres un ejemplo.
Abrazos,
Diego
[…] sobre esta película también ha hablado Ramón Lobo, con ésta reflexión final que suscribo: “En nuestro mundo en crisis quizá no dependamos tanto de la llegada de superhéroes que […]
He entrado en tu blog a través de “Las Palabras del Agua” y me ha encantado tu post y los comentarios. Sobre todo la autocrítica de ANTONIO. Yo sigo comprando prensa (El País y el Diario de Ibiza) TODOS los dias pero sí que veo una degradación en ambos. Como muy bien dice ANTONIO, a mi me gustaría leer entrevistas no sólo con los torturadores de Guantanamo sino con todos los poderosos corruptos que nos están llevando a la ruina. Me gustaría que los periodistas os implicaseis en lograr que el trio de las Azores fueran a la carcel por haber destruido un gran país como Irak (os recomiendo leais a mi bloguera iraquí: http://arabwomanblues.blogspot.com/) en fin, no quiero alargarme demasiado porque creo que entendeis por donde van los tiros. Besotes, M.
Yo también me he metido en la boca del lobo, atendiendo la recomendación de Diego, y lo que puedo decir es que me volveré a meter.
Señor Ramón'” Yo por usted,me quito mi sombrero “” Enhorabuena.
[…] Lobo, el problema del periodismo actual “es que no caben las cosas”, debido a que éste “está lleno de cosas intrascendentes” o lleno del famoso “copy/paste“, promovido por la comodidad que supone elegir una […]