Conversaciones en la peluquería
Saturday, 18 de April de 2009 por Ramón
Escuchado hace años en una peluquería de la siempre sabia Triana, barrio de Sevilla que presume de ser ciudad. Un cliente llega a las tres de la tarde, en plena caló. El peluquero tras prepararle para el corte de pelo, pregunta: “¿Qué va a ser maestro: toros, fútbol o silencio?”. El tipo, cansado de tanta oficina, escogió silencio. Fue más que nada una renuncia: nunca sabrá si aquel hombre era riverista, currista o josétomasista; seguidor del Betis o del Sevilla. Hay silencios cómodos que te hacer perder una conversación, la posibilidad de una aventura. Este mundo nuestro se construye cada vez más de silencios y renuncias.
Recuerdo que en cierta película que vi hace años, dos americanos se perdían por las montañas chinas. Allí aprendieron a convivir con los nativos, y una de las frases que más me impactó y que tan decidora era sobre la filosofía oriental fue: “No pretendas llenar el silencio con conversaciones vacías. Aprende a escucharlo”.
En aquel momento comprendí que en la mayoría de las ocasiones, véase ascensor, peluquería o cola para el supermercado, es mejor mantenerse callado, observar y no malgastar el silencio, ese preciado bien que nadie sabe disfrutar, en absurdas palabras mal usadas. Porque, es la triste realidad, normalmente lo son.
Mi barbero de Córdoba es todo un señor castizo como quedan pocos. Siempre que voy a pelarme aprendo algo de él. Por cierto, por aquí llamamos “maestro” al barbero, que lo es de su oficio cuando monta su barbería o peluquería de caballeros propia, y puede contratar a oficiales y aprendices.