Mi primer viaje a Uganda fue en marzo de 2000. Acaba de regresar de Nigeria cuando Soledad Gallego-Díaz, directora adjunta, me llamó por teléfono: “¿Estás aún en África?”. Cuando le expliqué que me encontraba en mi casa recién aterrizado me mandó ponerme en marcha otra vez. Mi misión, por decirlo así, era escribir un gran reportaje de apertura para el cuadernillo llamado Domingo. Volé durante el día en un avión de British Airways Londres-Entebbe. El paisaje era espectacular: los colores del desierto, los cambios del amarillo al ocre hasta entrar en el verde de las selvas… Creo recordar que llegué al hotel Sheraton de Kampala sobre las diez de la noche de un martes. Tenía dos días y medio para ir al lugar de los hechos (a unas siete horas en coche), recoger la información, entrevistar a los testigos, regresar a la capital y escribir. El deadline, como decimos los periodistas -es decir, la hora límite para enviar el texto-, era el viernes a mediodía.
Pregunté en la recepción si era posible alquilar un helicóptero en algún sitio. Eran tiempos en los que los gerentes no miraban la letra pequeña y la publicidad manaba debajo de las moquetas. Ante una pregunta tan absurda, una respuesta simple: “No. Los que hay aquí son militares”. Bajé las exigencias: “¿Conoce entonces a alguien con un todoterreno en condiciones para ir a Kanungu?”, una forma educada de interesarme por la motorización de sus familiares. La respuesta, esta vez, fue esperanzadora: “Sí; un primo”. Le hice venir enseguida para inspeccionar el vehículo y asegurarme de que no habría averías. Pactamos el precio y le cité a las dos de la madrugada. Mi intención era estar en el lugar de los hechos a primera hora del miércoles. Ésta es la esencia del reportaje: ir al lugar de los hechos, al punto donde saltó la noticia y comenzar a tirar de la madeja.
En Kanungu todo salió bien y rápido, con una perfección poco africana. A última hora de ese primer día tenía todo el material que necesitaba a falta de la versión de la policía. Todo estaba cerca y tuve mucha suerte al encontrar la gente adecuada, incluidos a los dos forenses que descubrieron los cadáveres. El jefe local de la policía no llegaba hasta la noche del miércoles y pensé que Kampala era una excelente alternativa para acudir a otras fuentes policiales y empezar a escribir esa misma madrugada (soy bastante lento). Cuando le dije al chófer a las cinco de la tarde: “Regresamos”, éste respondió que de noche era demasiado arriesgado, que estábamos cerca de las fronteras de Ruanda y Congo y las carreteras se hallaban infestadas de bandoleros y guerrilleros. Cuando le aseguré que pagaría los dos días acordados aunque llegáramos esa noche a Kampala se puso en marcha: “Si alcanzamos la carretera principal pronto, creo que estará bien”. En la capital encontré el jueves las fuentes que me faltaban y una ciudad agradable de estar, como Uganda, un país muy hermoso con una historia terrible. Pensé en Idi Amin Dada y en las matanzas. Las sonrisas de la gente, su amabilidad, parecía no tener memoria. Por eso me gusta África: sabe perdonar.
Antes del gran reportaje, envié esta información: La policía ugandesa descubre 153 cadáveres de adeptos de la secta apocalíptica en dos nuevas fosas comunes (25-03-2000). Después lo exigido por mi jefa Gallego-Díaz: Un infierno en nombre de Dios: (primera, segunda y tercera página) (26-03-2000). Creo que se trata de uno de los mejores reportajes que he escrito. Después, las colas (como dicen en televisión): La policía ugandesa descubre más víctimas en la casa de uno de los líderes de la secta y un apoyo: El libro rojo de Kibweetere (27-03-2000) y La policía busca en cinco aldeas de Uganda más víctimas de la secta (29-03-2000) antes de regresar a Madrid.
Segundo viaje. Marzo de 2004. El objetivo era contar la guerra del norte (en 20 años, 150.000 muertos, cientos de miles de desplazados) en una serie de reportajes. El 11-M cayó sobre ellos, como cayó sobre todos nosotros. Bajo el epígrafe de guerra en el norte de Uganda, salieron cuatro reportajes: 1) La guerrilla: El silencioso conflicto de Uganda (10-03-2004). 2) El Ejército: Niños en la vanguardia de las matanzas (12-03-2000). 3) La paz: Dos bandos incapaces de vencer (14-03-2000). 4) Los niños guerrilleros: Soldados a la fuerza (15-03-2004) y una última pieza que tardó tanto en publicarse que le cambié la data: Madrid por Gulu: Los viajeros de la noche (13-04-2000).
El procesamiento por la Corte Penal Internacional del líder de la guerrilla: Kony, el secuestrador de niños (08-10-2005). También desde Madrid, para una serie de entrevistas bajo el epígrafe de Gente que nos hace la vida mejor. Mi protagonista fue José Carlos Rodríguez Soto, misionero comboniano: Un periodista en la misión de Uganda (11-08–2006). También sobre él, un reportaje que salió en la revista EPS, pero no sé en qué fecha: El misionero de la paz (primera, segunda y tercera página); fue el resultado de la semana que pasamos juntos en Gulu.
Hubo más viajes a Uganda. Uno para entrar en Bunia (Congo), que relato en otro post, y un cuarto al retornar de Congo. El fotógrafo Juan Carlos Tomasi y yo decidimos viajar al Lago Victoria, en el lado de Kenia, para escribir un reportaje sobre el Sida que nunca salió. Gajes del oficio. Pero el regalo de aquellas gentes, de aquella lucha y de aquel lago inmenso quedó grabado en mí para siempre.
Winston Churchill llamó a Uganda la joya de África. Es uno de mis tres países favoritos junto a Sierra Leona y Zimbabue.
Fantastico comenzar el dia con Uganda ! , fue el primer pais de Africa que conoci, viaje en 1992 , en Kampala el Sheraton era una isla alambrada, fuimos a fisgar y tomarnos una cerveza .
Un pais precioso y tranquilo ( entonces ).
Recuerdo bajando hacia el sur encontrarnos por la carretera algun grupo de hombres que hacian una especie de instruccion militar , corriendo en fila de 2 en 2 y en vez de llevar fusiles en el brazo llevaban palos , tampoco llevaban uniformes(?????) .
Desde ese viaje Africa esta en mi corazon .
Saludos
[…] Ramon Lobo, enviado especial de El Pais: En este post publicado en su blog En la boca del lobo, el periodista nos cuenta sus experiencias vividas en […]