Líbano es una espina clavada. He ido dos veces, me ha gustado el país y su gente, pero en ambas ocasiones resultaron viajes fallidos. El primero, en septiembre de 2001, después del 11-S. El plan inicial del periódico (gira por varios países para conocer la opinión de los musulmanes) quedó interrumpido a la semana: “Te vas mejor a Afganistán“. El segundo, tras la guerra de Israel con Hezbolá, en octubre de 2006. Fui el último relevo tras recuperarme de una operación de menisco. Llegué cuando ya no interesaba, pero nadie en el diario se atrevía a tomar la decisión de ordenar mi regreso no vaya a ser que… En ese segundo viaje descubrí a Maruja Torres, una mujer entrañable y tremendamente divertida. Cenamos juntos casi todas las noches, no como en Haití donde apenas coincidimos unos días. Descubrí y disfruté su Beirut.
PRIMER VIAJE: Los árabes temen un refuerzo de los radicales (16-09-2001) El apoyo a Washington en la guerra contra el terrorismo divide a los países árabes (17-09-2001). Parada obligada, Sabra y Chatila: “También nosotros somos víctimas del terrorismo” (18-09-2001); no encuentro el original de El País. EEUU pide a Siria y Líbano información sobre actos terroristas (19-09-2001) EEUU acusa a Líbano de ocultar a terroristas clave (20-09-2001). En el sur de Líbano, feudo de Hezbolá (23-09-2001).
SEGUNDO VIAJE: Las granjas de la discordia (15-10-2006), que fueron el origen de la guerra. Beirut, zona cero (19-10-2001). Tampoco encontré el original de mi periódico. Entrevista con el general Michael Aoun: “Nos arriesgamos a una guerra civil si aislamos a Hezbolá” (30-10-2006) y en la sección de España: Misión entre las bombas (30-10-2006) y para cerrar: La guerra inacabada (14-11-2006)